miércoles, 25 de julio de 2012

Cambio de gobierno entre manifestaciones y tribunales




El próximo cambio de gobierno federal, conjuntamente con la renovación de las Cámaras del Congreso de la Unión, han estado antecedidas por el ingrediente de las marchas y manifestaciones que en contra de la elección federal –con dedicatoria especial para la de carácter presidencial-, han realizado, justificado y animado diversas organizaciones y grupos, entre las que ha tenido notoriedad la impulsada por el movimiento #YoSoy132. Por su propia naturaleza, el posicionamiento de éste se coloca frente a las declaraciones y atribuciones de las autoridades federales de orden jurisdiccional, responsables de la resolución de los conflictos electorales judicializados. Los jóvenes agrupados bajo esas siglas, no obstante su más reciente acuerdo tomado en la reunión de este lunes en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, con representantes de 78 asambleas de universidades de la Cd. de México, para instalar un “cerco simbólico y creativo” ante la sede de Televisa (de quien reclaman una conducta parcial durante campaña y jornada electoral), también han intentado “pintar raya” respecto de otros movimientos que comparten con ellos su descontento o inconformidad con la elección federal, en general, y presidencial, en particular, pero con los que no están de acuerdo por cuanto a la línea de acción o método de protesta. Tal fue el caso de lo sucedido en el Estado de Oaxaca, donde al amparo de esa filiación o siglas se dieron actos de vandalismo de manifestantes contra locales comerciales.

El punto es importante porque justamente en la inmediatez y espontaneidad con que surgió ese movimiento, dicen diversos comunicadores y estudiosos de la acción colectiva, se encuentran también los posibles puntos de debilidad que pueden aquejarlo, dado que su cohesión inicial es susceptible de infiltraciones, desdibujamiento, cooptación o escisión. Esto no es nuevo y ha sido suficientemente observado desde la teoría y praxis de diversas disciplinas sociales. Ante estas condiciones de realidad, es evidente y explicable el esfuerzo por mantenerse en una línea de expresión pública y pacifista de sus demandas o posiciones, al tiempo de deslindarse de aquellos que en el anonimato del “grupo” o de la “masa” o simplemente con menor cohesión o similitud de ideas con el movimiento original, deciden o caen en actitudes de ilicitud, con la consecuente pérdida de simpatía o apoyo de otros grupos o clases sociales. Por su parte, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y sus magistrados han hecho pública su posición de actuar conforme a su profesión y encargo público: sujetarse a la legalidad; señalando que las manifestaciones de descontento –ahora también en contra de ellos- no constituyen elemento objetivo para guiar sus sentencias.   A final de cuentas, en las expresiones de unos y de otros está presente la idea de no alejarse de las leyes de orden público: si los jóvenes deciden seguir manifestándose y lo hacen de manera pacífica y sin afectar los bienes o la integridad de terceros, la constitución federal los protege en su derecho; si los magistrados proceden conforme a elementos de convicción objetivos (pruebas y alegatos), también los protege la constitución. Y si todos decidimos asumir nuestras garantías y deberes constitucionales y cuidar la legalidad, a este país le irá bien.

miércoles, 18 de julio de 2012

Política: ¿construir o destruir?




Construir políticas públicas desde el gobierno; construir acuerdos políticos en el congreso de la unión; construir mecanismos para que la fortaleza de las finanzas públicas se refleje en el diario vivir de los ciudadanos; construir diseños institucionales de mayor efectividad y contrapeso; construir un plan integral para la seguridad pública, la protección civil y la seguridad social; construir opciones educativas y laborales; construir y construir…¿o es que el significado del verbo construir produce confusión?...Fabricar, edificar, hacer de nuevo alguna obra o servicio, ordenar o unir cosas entre sí con arreglo a leyes, en conexión con predicados diversos …Destruir es su antónimo, que significa reducir a pedazos, aniquilar, deshacer, inutilizar lo que sea, malbaratando, malgastando inutilizando, estorbando u ocasionando daño grave. Esto último es muy fácil de hacer, las historias nacional, regionales, comunitarias, familiares y qué decir de las personales, tienen abundantísimas pruebas de ello; en cambio, lo otro, construir, es mucho más difícil. Tan sólo al opinar sobre casi cualquier cosa, es mucho más fácil expresar una crítica negativa que ofrecer una de carácter positivo para resolver alguna situación o problema. Pues bien, en el orden público administrativo y político social necesitamos urgentemente construir vías de acercamiento y resolución de problemas que provienen de disconformidades y faltas de acuerdo. Es cierto que el candidato perdedor en estas elecciones federales ofreció públicamente atenerse a las vías legales para resolver el conflicto electoral o los agravios que estima contrarios a sus intereses y los de su partido, pero también ya anunció medidas de resistencia civil para impedir que el ganador asuma el cargo que le disputa. Sólo por cuanto a lo primero está en su derecho, y sólo mientras no afecte el derecho de los demás, porque la legalidad supone procedimientos, hechos y pruebas, so pena de caer en contradicciones discursivas y de acción ¿o sólo son válidas y legítimas las elecciones en las que ganaron candidatos de su partido, y donde éstos perdieron son fraudulentas y oscuras? Es difícil, en términos lógicos, armonizar afirmaciones que se rechazan, pero aún más si se refieren a los mismos hechos y circunstancias. Si la política es construir y evitar la destrucción, entonces al ganador en estas elecciones federales le compete una tarea dos veces más difícil: tiene que gobernar para quienes votaron por él, pero también para quienes votaron por otra opción o francamente en contra suya; tiene que aperturar los mecanismos políticos de reconducción de la disputa pública para atender el descontento de la otra parte del electorado. Pero no de forma retórica, antes bien, todo intento de concordia política y social lo llevará al mecanismo de creación o recreación de instituciones públicas, fundado en las competencias que le otorga el marco institucional. Si hoy el IFE está a debate, abra que proponer las reformas constitucionales y legales para que nadie más pueda argüir que fallaron sus hombres o sus instrumentos. Si, en términos generales, la conducta de la institución electoral fue correcta, habrá que llevarla todavía a un plano superior de actuación, y esto se logra mediante un mecanismo muy hablado y poco practicado: reforma política, reforma del Estado o reforma constitucional. La construcción de instituciones públicas cuesta mucho como para permitir su destrucción a capricho. ¿No?

miércoles, 11 de julio de 2012

Nuevo gobierno federal en puerta




Después de la elección y resueltos que sean los conflictos poselectorales por la vía de la legalidad, llegará el momento de los compromisos y de los deberes. Los ciudadanos cumplieron los suyos con notable civismo, y el nuevo gobierno deberá cumplir los propios del encargo con rigurosa limpieza y honestidad, porque quien gobierna no se ubica por encima de los ciudadanos ni goza de derechos especiales, antes bien, se somete a mayores obligaciones públicas dada la condición política, ética y humana en que se sitúan los servidores públicos, de cuyo cumplimiento deriva la fuente del prestigio público, o de su contrario, el desprestigio, cuando se actúa contra esos principios y reglas de conducta.

El Estado se caracteriza por la idea política de buscar fácticamente el equilibrio de los poderes públicos que lo integran, para que, en congruencia con su propia naturaleza, promueva el equilibrio social. Por eso no podemos quedarnos en el continuo debate de una transición política que se ha prolongado más de lo deseado en el tiempo, y que sólo produce una permanente reflexión que no alcanza a manifestarse en los hechos. La reflexión es necesaria, pero sólo es útil cuando da lugar a la acción. Gobernar es actuar; pero de la misma forma que de la parte no surge el todo, la sola actividad gubernamental no resolverá por sí misma la totalidad de la problemática social. El Gobierno necesita de su creador: los ciudadanos, para efectuar acciones de corresponsabilidad y de cogobierno que verdaderamente produzcan la mejora de la calidad de vida de las personas, niños, niñas, ancianos, hombres, mujeres, jóvenes y adultos, con respeto a sus valores étnicos y culturales, a sus tradiciones, creencias y costumbres.

La economía es importante, claro está, pero siempre que esté al servicio de las personas y no a la inversa, porque la estrategia económica no es un fin en sí mismo, sino un medio necesario para constituir una política social integral de salud, trabajo, alimentación, educación, vivienda, seguridad social y obra pública. La misión del gobierno y sociedad actuales es dejar a las futuras generaciones una herencia de hombres y mujeres, porque en su más puro sentido político, ser actual exige un esfuerzo por anticiparse a la realidad y concebir futuros posibles, para proponer esquemas de desarrollo que combinen el ámbito regional con el nacional, sin desconocer las transformaciones que suceden en el entorno global. Los mexicanos y su gobierno debemos aspirar a crecer en la democracia, sin adjetivos ni voluntades parciales, porque la superior responsabilidad del Estado es el desarrollo de la persona y la reivindicación de su dignidad, para alcanzar un verdadero desarrollo humano.

La razón histórica indica que los derechos humanos son garantías para toda sociedad abierta que aspira al desarrollo pleno de sus integrantes, de sus familias y de las instituciones. No se trata de ensayar propuestas extralógicas. Si en verdad practicamos las que tenemos podemos avanzar: el Estado mexicano tiene en el federalismo el acuerdo político para hacer posible la diversidad local, regional, social, cultural, política y étnica de la Nación, a la vez de posibilitar que compartamos identidad y conciencia nacionales. El federalismo es imperfecto, pero es el que tenemos y constituye el principio que corresponde materializar al nuevo gobierno federal en puerta. Cuestión de convicciones.

miércoles, 4 de julio de 2012

Elección 2012: sin lugar para los lugares comunes




Ciudadanos votando en alto porcentaje, en paz, con orden social, eficiencia de las autoridades electorales y seguimiento en todas partes de los resultados de la elección, son condiciones frías que, humanamente, nos hacen sentir que la democracia puede tener calidez como forma de vida. Y, a la vez, estos datos duros globales sirven de hilos conductores para asomarnos a la posible interpretación inicial de por qué la gran mayoría de los empadronados expresamos nuestras preferencias comiciales con las variantes observadas este 1° de julio. En efecto, desde el año 2000 –y su antecedente en 1997-, a partir de la instrumentación fáctica de la democracia electoral en México, ninguna fuerza política ha podido decir que tenga para sí la dominancia política de la mayoría absoluta, porque en estos doce o quince años –según se vea- no ha habido uno, sino varios predominios: dos nacionales; otros regionales; y varios locales. Además, estos distintos predominios han coexistido y se han invertido, y por lo visto así seguirá sucediendo.

Primero lo primero: En lo general, como pueblo hemos consolidado una genuina puesta de acuerdo en el ejercicio de la democracia como método e instrumento para decidir, periódicamente, la dirección política de nuestra vida colectiva. En lo especial, estamos cuajando una democracia que exhibe nuestras varias idiosincrasias, y de ahí el múltiple colorido político del presente que, con distinto peso, inevitablemente recuerda nuestros orígenes, porque nos hemos construido en el largo tiempo como una nación que proviene de un pasado que combinó pueblos heterogéneos y culturas prehispánicas diversas, con variedad de lenguas indígenas que siguen entre nosotros y un arte que gustaba del fuerte contraste de colores. El mestizaje y el acriollamiento históricos nos recondujeron, manteniendo nuestras personalidades regionales pero dándonos una identidad de rasgos nacionales que aflora cada vez que la convocamos. De eso se nutre nuestra democracia y por eso se pinta de colores: hoy uno es más intenso (rojo); ayer lo era otro (azul); en medio de ellos se mantiene uno más (amarillo); y a los tres los acompañan dos tonalidades (verde y blanco). Ninguno desaparece.

La alternancia democrática de predominios da lugar a las muchas expresiones que todos los medios han documentado, narrado u opinado: llanto, risa, coraje, resignación, insultos, felicitaciones, intelectualismos, populismos, medianías, frustraciones, expectativas, pesimismo y esperanza: de todo esto se hace la democracia. Tenemos un triunfador nacional que, desde ya, asumió su papel con prudencia y equilibrio, sin excesos; un perdedor que prefirió exhibir la mezquindad y regateo de una personalidad contradictoria, y no la congruencia ideológica y la tozudez política que le ganaron un lugar en la vida pública; una tercera que expresó su dolorosa derrota con una enorme honradez, serenidad y dignidad admirables; y un cuarto que jugó con inteligencia y propósito. Gobierno electo y gobierno saliente decidieron, con responsabilidad política, anunciar el acuerdo de proceder a una transmisión ordenada de la administración pública. Nuevamente tendremos un Congreso sin mayorías absolutas en ninguna de sus cámaras, y la negociación política deberá imperar como un dato práctico toral para la aprobación de las reformas legislativas que necesitamos. Abracemos nuestra democracia.