jueves, 30 de julio de 2015

Medios de comunicación



“Mass media” se llaman en el ámbito de la difusión colectiva a los medios como la prensa, el cine, la radio y la televisión, y también a los novedosos como los denominados “digitales” o “electrónicos”. Antiguamente, en el siglo XIX, el telégrafo también lo fue. Czitrom atribuye a este medio la separación entre los términos “comunicación” y “transporte”, y la promesa de la comunicación universal e instantánea. En el mismo siglo, la prensa tuvo su auge inicial ya no como periódico de corte mercantil o político, sino por el nuevo tipo de noticias que difundió sobre crímenes, sexo y catástrofes, no exentas de sensacionalismo muchas veces, y obtención de fuertes ingresos provenientes de la publicidad, es decir, el anuncio publicitario de los productos de distintas firmas y casas comerciales. Actualmente, todo esto, con diferente proporción, más los editoriales políticos e información variada sobre salud, deportes, economía y “sociales”, constituye la materia de trabajo de la prensa. El cine fue una novedad de honda impresión en ferias, espectáculos ambulantes y salas de juegos, que supuso la innovación tecnológica para reproducir imágenes y dar el efecto de movimiento real. Así se llegaría a la construcción de salas y a una floreciente industria multimillonaria centrada en contenidos de drama, acción, épica y crítica política o social. En cambio, la radiodifusión es un desarrollo tecnológico proveniente de la guerra, como medio para transmitir en forma exacta mensajes claves como factor decisivo en la logística de una campaña bélica exitosa; pero después realizó la simbiosis de publicidad y programación que culminó todo un proceso de consolidación de los medios de comunicación masiva. Por eso, el advenimiento de la televisión y su acelerada popularidad fueron, prácticamente, consecuencia lógica de una industria avocada decididamente al desarrollo de nuevas opciones para satisfacer el aparentemente insaciable consumo de programación de entretenimiento por parte del auditorio. La era electrónica es un suceso que resulta de ese enorme y largo proceso de acumulación de capital y adelantos científicos necesarios para explicar la cobertura y variedad de los mass media. Mc Luhan escribió que los medios deben ser comprendidos como extensiones del hombre, que han convertido al mundo en una aldea, porque lo que sucede del otro lado del orbe, podemos conocerlo casi en tiempo real, sea lo que sea. Mattelart, desde los 70’s del siglo pasado ha dicho que la cultura se volvió una empresa multinacional. Y Swingewood se ha referido, desde la perspectiva de los medios, al mito de la cultura de masas. Su impacto es impresionante en todos los ámbitos: como “cuarto poder”, los medios tienen un papel preponderante en la discusión política, y son reconocidos en el derecho constitucional nacional e internacional, bajo las fórmulas de derechos humanos conocidas como libertad de imprenta y libertad de expresión. La protección de la profesión de los comunicadores es obligación para cualquier autoridad. Nadie discute su papel en las tareas de comunicación social e información. Cierto ¿No?

jueves, 23 de julio de 2015

EUA-CUBA


Desde antes de la histórica crisis de los cohetes rusos, que se ubicaron en Cuba en 1962, hasta este año de 2015, por más de 50 años la “Revolución Cubana” y la “Democracia Americana” mantuvieron sus relaciones internacionales rotas. Dice Hobsbawm que lo que sucede en nuestro tiempo de vida individual siempre es un recuerdo más o menos vívido de nuestras experiencias personales o colectivas, pero cuando sucede antes de nuestra biografía es Historia. Hoy día, para las generaciones nuevas puede resultar poco comprensible la relevancia de que EUA y Cuba hayan reanudado relaciones, y que apenas en este mes de julio de 2015 Cuba haya abierto su embajada en el número 2630 de la Avenida 16 de Washington DC. En efecto, la Revolución Cubana de Fidel Castro de 1959, símbolo en el continente americano del enfrentamiento que en esa época tenían Estados Unidos (occidente) y URSS (oriente) –mejor conocido como Guerra Fría–, y que dio lugar a la Cortina de Hierro (división entre los países de Europa Occidental y Oriental, agrupados en torno a uno u otro polo), trajo consigo eventos de enfrentamiento como la ruptura de relaciones en 1961, el bloqueo económico de la Isla, la salida de Cuba de la OEA (Organización de Estados Americanos), y la invasión de emigrados anticastristas en Bahía de Cochinos o Playa Girón en abril de 1961.

Politólogos, historiadores y sociólogos han señalado los años de 1989-91 como el término de ese largo periodo de Guerra Fría, significado por la caída del Muro de Berlín, la disolución de la URSS y el ascenso de la hegemonía económica de Estados Unidos. Estas fechas debieren tener una extensión hasta este año de 2015, como colofón del último vestigio de Guerra Fría que quedaba, por agotamiento del modelo de duopolio internacional que representaron EUA-URSS en general, y por el agotamiento de la Revolución Cubana en lo particular, que como todo movimiento revolucionario siguió la suerte de éxito y declive de sus líderes. Tal el caso de Fidel Castro. Indiscutiblemente, el éxito de la reanudación de las relaciones deben compartirlo esos dos países, pero es Barack Obama, el presidente americano, a quien se debe más, mucho más, con toda justicia.

Por supuesto, existen apologistas y detractores de la oficialización de las nuevas relaciones diplomáticas. No hay duda que la relación bilateral significa una nueva era para ambos países, y que no estará exenta de altibajos provenientes de las condiciones vividas en el último medio siglo. Si Cuba es importante en términos geopolíticos, más lo es en el orden geoeconómico, y en este último rubro representa una oportunidad para las empresas americanas y para el empleo en Cuba. El pueblo de Cuba ha ido desde la reciedumbre hasta el hartazgo. Como toda revolución, la cubana se vio afectada por el cambio generacional y su gente se encuentra hoy día distante de los cantos revolucionarios, mitos y verdades de sus orígenes, más preocupada por la escasez de oportunidades y de satisfactores para la vida diaria, con una economía nacional muy difícil después de tantas décadas del bloqueo económico. Y, por otra parte, esto mismo ha resultado costoso para EUA, por considerarse una injusticia incompatible con los criterios internacionales de democracia y libertad. Bien.

jueves, 16 de julio de 2015

Fuga


En toda fuga de un penal de inmediato se disparan hipótesis de corrupción, contubernio y complicidad, y las menos son de displicencia, negligencia o incapacidad. Totalmente entendibles, si se considera que, en particular, ciertos centros penitenciarios como aquellos de los que se ha evadido el chapo Guzmán –desde Puente Grande hasta el Altiplano–, tienen una organización interna y mecanismos de seguridad extremadamente rigurosos. Por eso el ciudadano medio se pregunta y especula sobre si estas son las cárceles más confiables ¿cómo se escapa alguien a no ser por alguna de las hipótesis mencionadas? En efecto, diversos comunicadores de prensa, radio y televisión, han utilizado las palabras de “agravio” e “insulto” para referirse al sentimiento colectivo que consideran ha sufrido la ciudadanía, por los muy reprobables y criticables hechos ocurridos, parte de los cuales se aprecian en la videograbación proporcionada por las autoridades y reproducida en dicho medios.

Por supuesto, la lectura pública y el juicio que se forma el ciudadano medio respecto de la efectividad de las autoridades involucradas, de arriba a abajo y viceversa, es totalmente lapidaria. A eso se deben los primeros ceses fulminantes, a la par de las peticiones de cabezas de altos funcionarios. Todo ocurrió en ausencia del Presidente de la República, quien se encuentra en visita oficial a Francia. El punto es que no se debe pensar que simplemente el impacto de la noticia se pueda acallar con el despido de más funcionarios, así sean de la mayor jerarquía; lo único cierto es que la fuga, como hecho, es el evento disparador de un durísimo enjuiciamiento político sobre la actuación gubernamental, cuya aceptación se ha desplomado dramáticamente. Porque no hay explicación lógica fundada en un accidente humano o contingencia natural que pueda ser admisible para la opinión popular.

A eso se debe, también, que se le hayan ido encima, literalmente, a la cabeza visible del ministerio de gobernación, todas las críticas de todos los tonos y de todos los colores, apuntando que sus días estarían contados. No puede culparse al titular de una dependencia, estrictamente, por los tramos de responsabilidad y el trabajo propio que cada quien debe desempeñar en un área de gobierno. Generalmente, se da un efecto acumulativo previo que explica, al menos en parte, consecuencias como las que se comentan. Sencillamente, el gobierno federal, con apoyo del Congreso, decidió modificar la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal y fusionar, en una sola “superdependencia”, lo que antes eran dos que estaban separadas: Secretaría de Gobernación y Secretaría de Seguridad Pública, la primera responsable de la gobernabilidad y de la gobernanza, y la segunda de la acción preventiva de la policía y del cumplimiento de las medidas de seguridad penitenciaria. Cuando se fusionan amplias áreas de gobierno, las responsabilidades se incrementan enormemente y aumenta el riesgo político y administrativo por los yerros que se puedan cometer, los cuales siempre tienen consecuencias irreversibles, porque sea quien sea, siempre echarán a uno o varios a quienes se les impute la responsabilidad, al margen del manejo directo, indirecto, primario o secundario que corresponda. Tarde o temprano ¿O no?

jueves, 9 de julio de 2015

Grecia 2015


En Grecia inició la civilización occidental. Entre los siglos VII y V a. C., en una zona que abarcaba la península balcánica de la actual Grecia, el sur de Italia y Sicilia (Magna Grecia), y la costa occidental de Asia menor (Jonia), tuvo lugar el deslumbrante desarrollo de la ciudad-estado (más de 300 polis), de la democracia, la navegación comercial, la religión politeísta fundada en formas y prácticas humanas, el mito-historia de Argos y Troya, las constituciones de Solón y Clístenes, las juntas y las asambleas políticas, la sistematización de la lengua griega y la generalización del alfabeto fenicio que de forma estilizada hoy usamos todos, la filosofía presocrática y la de Sócrates, Platón y Aristóteles, la épica de Homero, las guerras médicas de Maratón y Salamina, la historia de los libros de Heródoto y Tucídides, las primeras ligas o formas de confederación como forma de asociación política, la arquitectura monumental y la escultura de arte, el teatro, la tragedia y la comedia, la potente falange militar hoplita, las embarcaciones trirremes de guerra, la Acrópolis y el Partenón atenienses y, destacadamente, la virtud entendida como pensamiento racional y conducta apegada a un modelo basado en un concepto ético sobre la Justicia y el Bien.
Meritoriamente, o mejor dicho: históricamente, Grecia es la cuna de la civilización occidental. En este muy antiguo pasado radica el contraste con su situación actual. Su incapacidad de pago, deuda externa e interna y crisis política, ha puesto en fuerte predicamento a la comunidad europea y a las bolsas de todo el mundo, haciendo sonar diversas alarmas de economía internacional, dada la negativa de sus gobernantes y ahora de sus ciudadanos en vía de referéndum, de someterse a las exigencias de disciplina y austeridad en el ejercicio del gasto y en el manejo de la cuenta pública, conforme al programa que los principales países europeos involucrados –Alemania, sobre todo– le solicitaron aplicar.
En lo general, podría decirse que es un problema de globalización; en específico, lo que podría señalarse es que uno de los efectos más conocidos de las políticas neoliberales aplicadas en países que no tienen el mismo desarrollo económico, es el de que aquel país que se encuentre en situación de mayor desigualdad o desequilibrio estructural, no resuelve su diferencial negativo y, antes bien, le produce problemas internos de capacidad de pago, desempleo y descapitalización. Apenas ayer declaró el presidente griego que su gobierno diseñaría un plan de ajuste para salir adelante del “bache”.
Asunto farragoso y difícil que siempre pone a pensar a todos aquellos países que se encuentran en situación similar de desfase económico ante sus socios comerciales, que generalmente, dada su industrialización y potencial económico, resultan los más beneficiados. Aquí vale ese aforismo de que “dinero llama a dinero”. Entendido en sentido contrario: “la ausencia de dinero se traduce en mayor falta de dinero”. No hay duda que el “caso griego” se va a resolver; lo que no sabemos es a qué costo. Y cuando se habla de costos debe entenderse siempre que se trata de costos sociales, es decir, que impactan directamente en los niveles de vida de la población. ¿O sucede de otra manera?

jueves, 2 de julio de 2015

Ética, Política y Derecho


Cuando se habla de Política y Derecho parece no haber lugar para la Ética. Por supuesto, lo resquemores al respecto provienen, en términos históricos, del Maquiavelo renacentista que escribió El Príncipe, cuyos intérpretes posteriores señalaron que, al fundar el estudio del Estado como ente y concepto, introdujo dos elementos: (1) la separación entre la Política y la Ética; y, (2) el estudio amoral –no inmoral– de la Política. Ideológicamente, estas dos nociones fueron pervertidas para querer justificar la actuación deshonesta de quien administra bienes públicos y que se sirve de ellos para beneficio personal. Esta justificación privó durante los siglos XVIII y XIX, aunque es indudable que durante el XX y en nuestros días sigue vigente. Una cosa es la Política, como teoría y praxis del poder y de las relaciones de fuerza a que da lugar en el entramado de los entes estatales y la vida pública, en búsqueda de una explicación coherente de sus manifestaciones; es decir, como objeto de estudio, en cuyo campo puede observarse a la Ética como una variable interna que aludiría a un comportamiento debido, involucrando fines y medios orientados a la satisfacción del bien colectivo o social. Otra cosa es la deshonestidad –siempre inmoral– que convierte la Política en demagogia, carente ésta de valores, esquemas o lógica objetiva, a no ser la del beneficio personal. El tema se originó en la Filosofía donde, en una concepción, la Ética supone una noción del bien como perfección o felicidad, o sea, como posibilidad de tener al alcance elementos de bienestar (hoy día serían alimento, vivienda, educación, trabajo y salud); en otra, el bien es un objeto de apetencia o placer, claramente referido a la subjetividad de los deseos personales de obtención de bienes materiales o hedonistas.

Política y Ética jamás han estado separadas, porque se implican, interaccionan y sólo se distinguen cuando nos acercamos a ellas, analíticamente, para asir la esencia de cada una. El cabo entre ambos conceptos o arena de debate, lo ha sido el Derecho. Si la Política refiere al ser y la Ética al deber ser, el Derecho se desarrolló como una teoría del orden que ha intentado que el ser y el deber ser se informen mutuamente. Y como la Ética trabaja con el concepto de bien o felicidad y la Política con el de bien público, el Derecho pretende contribuir, bajo una lógica de construcción de normativas, considerando la generalidad de la vida en común y, a la vez, de la vida individual. De las tres, por supuesto, es la Ética la que tiene en su horizonte a la Justicia, la cual le es estructural e inevitable. Implicada con la Política, lleva al viejo y actual aforismo de que en este campo se está por “lo posible” y no por “lo deseable”, aunque en lo posible habita siempre la noción ética de “lo justo”. Por eso, en el Derecho el único poder posible es el poder reglado o normado con criterios de igualdad y equidad, y por eso se dice que el Derecho es derecho más o menos justo, pero no es Justicia, aunque aspira a ella. En contra de la Ética, la Política y el Derecho está la demagogia. Que ésta abunde o que tenga muchos practicantes no elimina, de ninguna manera, la capacidad de entender y comprender la existencia de valores, ideales, realidades y normatividades. Eso decían los filósofos de la Antigüedad, los del Medioevo, los de la Modernidad y los Contemporáneos. Algún acierto habrá ¿No lo cree así?