Es
común leer o escuchar prácticamente en todo momento, expresiones como la de
“desarrollo político”, “desarrollo social” o “desarrollo económico”, sin que
necesariamente quede claro, en forma indudable, qué significan estas
expresiones. Y es que todo depende del cristal con que se mire y los acentos
que se desee utilizar. La más simple de las opiniones atribuye a la palabra
“desarrollo” el sentido de progreso o avance, considerando, sin mayor crítica,
que se trata, en materia política, económica y social, del paso lineal de una
situación a otra situación en el tiempo, que suele ejemplificarse solamente con
cifras; por ejemplo: si en un momento se producen diez costales de algún
producto y, en un segundo momento, se producen veinte costales de lo mismo,
entonces hay un avance de diez costales de lo que sea y, por tanto, se tiene un
desarrallo económico después de sumar los precios de cada costal y compararlos en
cada momento. En caso contrario, obvio, se hablaría de retraso o ausencia de
desarrollo. Entonces, en cualquier plano –económico, político o social– el
desarrollo tendría esta connotación lineal.
Cuando
en la década de los 80’s, EUA y la extinta URSS, bajo la tónica de la “guerra
fría” que ellos mismos crearon, competían para saber qué país estaba más
“desarrollado”, solía compararse el PIB o el ingreso per cápita en dólares de
cada uno y donde el número que se obtuviera fuera mayor, ese país estaba más
“desarrollado”. Esta concepción que observamos también en los medalleros
olímpicos o en los torneos internacionales entre países, para saber quién tiene
más medallas o premios deportivos, a manera de medida del “desarrollo social”,
ha caído en desuso por ser una forma pobre y unilateral de definir el
desarrollo. Por ejemplo, durante la guerra fría los países del bloque
socialista y los del bloque occidental o capitalista, se enfrentaban para saber
quiénes tenían más desarrollo. Aunque los países líderes de cada bloque tenían
cifras económicas similares, en el bloque socialista, ahora desaparecido desde
1989, se decía que su única similitud estaba en las cifras, empero en este
último había que pedirle permiso al Estado, por ejemplo, para cambiarse de
domicilio o de trabajo o de escuela, con lo cual resultaba que ambos países poseían
similar desarrollo económico, pero desigual desarrollo social, porque en las
democracias liberales de occidente no había necesidad de pedir permiso para
ejercer derechos humanos (libertades de tránsito, de trabajo o de educación). Igual
circunstancia se afirmaba en el plano político: el derecho o no al libre
ejercicio de votar y ser votado, el respeto a los resultados comiciales y el
ejercicio temporal de los cargos públicos, indicarían, entonces y ahora, un
mayor o menor grado de desarrollo político. Así entonces, lo primero a que se arriba,
es que el desarrollo es un proceso dinámico complejo que involucra, en forma de
interacción, diversas realidades o variables en que el paso de una situación a
otra, para medir su avance, evolución o progreso, no es meramente cuantitativo,
sino cualitativo, y en esto último radica la problemática que se enfrenta
cuando se pretende definir el “desarrollo” a secas. De ahí que siempre es muy
relativo hablar de países desarrollados, subdesarrollados o no desarrollados,
porque todo se quiere medir a partir de una sola dimensión y únicamente en
forma cuantitativa. Vaya problema.