miércoles, 28 de noviembre de 2012

¿México o Estados Unidos Mexicanos?


Hoy día la Constitución Federal usa los nombres Estados Unidos Mexicanos, República, Nación Mexicana, pueblo mexicano y México; pero el Presidente Calderón acaba de revivir, como no queriendo, su propuesta de cambiar el nombre del país: México, en lugar de Estados Unidos Mexicanos. Desde el 22 de enero de 2003, siendo diputado federal, Felipe Calderón propuso una iniciativa en ese sentido; después lo hizo el diputado federal Raymundo Cárdenas Hernández, del PRD, el 22 de agosto de 2007. Sobre el particular, intelectuales e investigadores de talla se han manifestado de diverso modo. Por ejemplo, en septiembre de 2008, algunos de éstos señalaron lo siguiente: Roger Bartra decía que sí se debe cambiar porque así nos “hemos llamado” desde hace mucho tiempo; Carlos Monsiváis dijo que sí “para no perder la costumbre histórica”; Elena Poniatowska también estuvo de acuerdo, para no parecernos a Estados Unidos (de América); Juan Villoro expresó que sería sensato porque ese es su nombre histórico; Denisse Dresser opinó que la propuesta es simplemente “pequeña, chata e irrelevante”; en cambio, Enrique Semo se opuso porque “desde el Acta Constitutiva de 1824 el nombre de nuestra República es el de Estados Unidos Mexicanos” y eso no es “fruto de un capricho o de una casualidad”. Por encima de todas estas opiniones, brilla intensamente el detallado y erudito estudio de Gutierre Tibón, el escritor ítalo mexicano autor de “Historia del nombre y de la fundación de México”, quien desbroza no sólo la etimología de la palabra “México”, sino que hace una interpretación nueva y sorprendente, acudiendo a los elementos esotéricos, mitológicos, arqueológicos, geológicos, antropológicos, toponómicos y, por supuesto, histórico sociales, involucrados en el conocimiento de las raíces profundas de la mexicanidad. Tibón abreva en Durán, Sahagún, Tezozómoc y Chavero, así como en Hermann Beyer, Antonio Caso, Eduardo Seler, Ángel María Garibay y Miguel León-Portilla, para llevarnos de Aztlán a México Tenochtitlan; de Anáhuac a Nueva España; y también al nombre de “México” en las diversas lenguas indígenas mesoamericanas; en suma, del mito y la magia a la historia de la fundación del nombre y del lugar “México”, al que González y González incorporaría las dimensiones de matria y patria al aludir a nuestro país. Si Semo se muestra contrario a “cambiar” el nombre de Estados Unidos Mexicanos por el de México, don Edmundo O´Gorman detallaría el origen legítimo y la autenticidad de la formación histórica del nombre “Estados Unidos de Mexicanos”. Recuerdo, en mi opinión, que, desde diciembre de 1993, el gran constitucionalista mexicano, don Antonio Martínez Báez, habría zanjado toda discusión: “se habla de introducir el nombre de ‘México’ en nuestra Constitución. Como si México no se llamara por muchos conceptos ‘México’…está desde su nacimiento dando…sustancia, esencia, a nuestro Estado… México califica a los Estados Unidos Mexicanos o los adjetiva. Tenemos ya el nombre de México”. Con su agudeza, don Antonio haría una analogía mordaz con dedicatoria: “¿es necesario que se consignen en la Constitución los colores del pabellón nacional? No, porque están ahí ya ¿Quién es el valiente que pide que se cambien los colores de la bandera? ¿O que tengamos una estrella abajo del águila o que seamos una estrella de un pabellón extranjero?”. ¿Qué opinará Mr. Calderón?


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