miércoles, 21 de noviembre de 2012

Reorganización administrativa federal en puerta


Dos iniciativas recientemente presentadas en el Congreso de la Unión han sido objeto de comentarios diversos. Por un lado, la creación del organismo autónomo Comisión Nacional Anticorrupción, presentado en el Senado de la República; y, por otro, modificaciones a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal. Ambas provienen de los grupos parlamentarios del PRI y PVEM -entiéndase del próximo Presidente de la República, EPN-, atendiendo a una distinta forma de concebir la administración pública. En este tipo de propuestas se pueden apreciar siempre las diferentes concepciones que sostienen los partidos políticos. Como desde siempre se sabe en la teoría público administrativa, no existen normas neutras porque toda disposición está imbuida del sentido que le imprime su autor o iniciador, más allá de los criterios de técnica legislativa empleados para su creación, reforma o derogación. Se trata de una idea distinta del ejercicio legítimo del poder a partir de la norma positiva que atribuye tales o cuales deberes o facultades públicas. En el rango constitucional, la creación de un organismo autónomo para combatir la corrupción resulta ambiciosa, en la medida que a ella se sujetarían ahora los gobiernos federal, estatales y municipales, debido a que se propone una importantísima concentración de atribuciones, dotado de “dientes y garras” para llamar a cuentas a funcionarios “traviesos” u “ovejas descarriadas” que no gustan de conjugar el verbo “regresar”. La iniciativa reconoce, expresa e inusitadamente, la evolución negativa del Índice de Percepción de la Corrupción en México entre 2001 y 2011, elaborado por Transparencia Internacional. Propuesto como un órgano técnico-profesional, lo veremos convertirse desde el principio, indudablemente, en un órgano de control político, administrativo y económico. Si cuaja en el Congreso de la Unión y se legitima en su funcionamiento, constituirá un verdadero parteaguas dentro de los modelos de revisión y control gubernamental, que hará palidecer indiscutiblemente a las entidades de fiscalización superior del país. En tanto que en el campo legal, la reforma administrativa es, quizá, el proyecto de mayor envergadura desde 1976 para reordenar las instituciones de carácter centralizado, desconcentrado y paraestatal. Armonía, orden, coordinación, organización, control gubernamental, son algunos de los términos utilizados en la iniciativa, es decir, lo que se considera faltó a la actual administración federal. Este es siempre el mensaje que todo régimen entrante hace saber al régimen saliente, en forma de impulso legislativo para la redistribución de la función administrativa entre los entes estatales instituidos o por institucionalizar. Los motivos señalados son: búsqueda de una sólida coordinación del gabinete, nuevo esquema de organización para la seguridad interior y la protección de la población, impulso integral a las políticas sociales, nuevo sistema de control gubernamental para vigilar la gestión y manejo de recursos, lo cual se traduce en reformas a las atribuciones de la Secretaría de Gobernación y desaparición de la Secretaría de Seguridad Pública, reformas a la Secretaría de Desarrollo Social, creación de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, y extinción de la Secretaría de la Función Pública cuyas funciones se redistribuyen entre otras dependencias. Veremos que resulta de la “licuadora” legislativa ¿qué saldrá aprobado?


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