Notable
por donde se quiera ver fue el contenido del discurso del Presidente Peña, el
consiguiente nombramiento del Gabinete (iniciado desde la madrugada del 1 de
diciembre), y la firma del Pacto por México. No hay manera de observar estos
tres eventos de manera aislada, porque son parte de una misma estrategia: Gobernabilidad,
fundad en la acción político-social, la acción legislativa y la acción
financiera. Del discurso destacan los mensajes que fijan el posicionamiento del
nuevo gobierno federal: un Programa Nacional de Prevención del Delito, que
reconoce en éste un origen multicausal, donde lo nuevo es el señalamiento
oficial de que las políticas públicas a seguir no se pueden reducir a la simple
acción policíaca -que ha mostrado su total insuficiencia, por no decir fracaso-
instruyéndose a varias dependencias (Gobernación, Hacienda, Desarrollo Social,
Educación y Salud) a diseñar e instrumentar el programa, lo cual es una nueva
forma de afrontar la gravedad del problema, bajo la consideración de que sus
causas provienen de la desigualdad educativa, de la desigualdad en el acceso al
empleo, y de la inequidad en los beneficios y satisfactores que el Estado debe
proveer a los grupos sociales más vulnerables o marginados, que provocan una
masa de desheredados que son la potencial y probada fuente de alimentación de
la conducta delictiva. En esto encuentra su lógica el anuncio del desistimiento
público de la controversia constitucional que el gobierno anterior -¡qué
paradoja!- había planteado en contra de la Ley General de Víctimas,
reconociendo la deuda del Estado con éstas y, por tanto, el imperativo de
aplicar una ley que provea a las víctimas de garantías básicas ineludibles; al
igual que la propuesta de contar con un código penal y un código de
procedimientos penales unificado en toda la República, para evitar
punibilidades diferentes en delitos iguales, punto sobre el que correrá mucha
tinta de los especialistas sobre su conveniencia o no, pero que tiene el mérito
de afrontar una problemática que se ha extraviado en disquisiciones teoréticas,
desconectadas de la realidad social que son la base material que deben fundar
las formalidades legales. Especial dedicatoria tiene la reforma educativa para
la instauración del Servicio Profesional de Carrera Docente, basado no en la
compra o herencia corrupta de plazas, sino en la permanencia en el empleo
docente con base en el trabajo y en el mérito. Completa el cuadro la cruzada
Nacional contra el Hambre, el Programa de Seguro de Vida para Jefas de Familia,
el Sistema de Seguridad Social Universal, la creación de infraestructura
ferroviaria, el acceso de todos a la banda ancha y la liberalización de la
señal televisiva. A su vez, el nuevo gabinete contrasta con el anterior: se
observa más oficio y experiencia, porque se recurre a administradores públicos
probados, sin lugar a la improvisación. Cuando menos este es el mensaje que se
lanza con los secretarios del despacho nombrados. El tiempo probará su
funcionamiento. Por cuanto al Pacto por México, mucho habría que decir de su
contenido dividido en tres ejes rectores y cinco acuerdos, la mayoría de los
cuales deberán pasar por las cámaras legislativas (un 65% aproximadamente). Lo
verdaderamente notable es que lo hayan firmado todos los partidos políticos: los
de derecha, de centro y de izquierda (la más numerosa). Éxito político inicial,
que requerirá de mucha deliberación y negociación política. Ojalá.
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