Toda política pública en materia ambiental es un
espacio informado por criterios administrativos, ecológicos y socioeconómicos.
Lejos estamos de los esquemas unidireccionales que a fines de la década de los
60´s del siglo XX, enfatizaban únicamente el vector ecológico como sustrato de
“lo ambiental”, “lo biótico” y del “equilibrio”, si bien el romanticismo
original permitió traer al espacio público la discusión de temas como la
contaminación del aire, del agua, del suelo y del subsuelo. Las investigaciones
sólidas iniciadas realmente en la década siguiente, su politización social en
los 80´s y el desarrollo de investigaciones de campo interdisciplinarias desde
los 90´s hasta nuestros días, marcaron el sentido de nuevos esquemas
conceptuales y metodológicos para acercarse al conocimiento y resolución de la
problemática ambiental como objeto de estudio complejo, multifactorial y
multivariable, tal como hoy mismo se presenta tanto en el imaginario social como
en el realismo público. No hay duda, el tema ha sido publicitado, reclamado,
estudiado, legislado y desarrollado como política pública sustantiva para
cualquier administración nacional, estatal o municipal. Zonas de contaminación
fuerte en nuestro país, como la ciudad de México, Monterrey y Guadalajara,
adquirieron la categoría de problemática ambiental extrema, que trajo consigo
la necesidad de investigaciones “de cuenca” y “de región”, porque las
delimitaciones político-administrativas no coinciden con las del hábitat
ecológico formado por sistemas y subsistemas de flora y fauna. Se han usado
indistintamente los conceptos “medio ambiente” y “ambiente”, tanto en los
estudios especializados como en la legislación de la materia, lo cual no debe
amilanar a nadie, porque estamos ante un campo de estudio evidentemente en
construcción, en el que desde hace unos quince años empezó a privar una idea o
premisa fundamental: para cuidar algo, primero hay que conocerlo y comprender
su dinámica. “Conocer” y “comprender” pertenece a los especialistas:
ingenieros, biólogos, químicos. Pero “cuidar” nos compete e involucra a todos,
y a esto se le ha llamado “corresponsabilidad social y humana”. Los primeros
tienen las dificultades propias del método científico, hay que observar,
experimentar y generalizar. Los segundos, es decir, todos nosotros, ciudadanos
y gobierno, tenemos nuestras propias tareas: educación (formal, no formal e
informal), concientización (familiar y comunitaria) y construcción de políticas
públicas (medio) ambientales pensadas de manera integral y regional –holística,
la nombran los conocedores-, porque en el constructo “ambiente” caben, al
menos, dos bloques inevitablemente interconectados y que se influyen mutuamente,
en términos sistémicos: el ambiente o medio natural; y el ambiente o medio social,
proveniente de la actividad socioeconómica construida por el ser humano. Ambos
“medios ambientales” interactúan y se afectan, de modo que cuando priva el
“ambiente natural”, este es visto como fuerza incontenible y, entonces, el
“medio social” aparece como algo frágil y delicado. Cuando se invierten los
papeles, se invierten los adjetivos del problema. ¿Por qué? Porque son
indisolubles y esta es la óptica que ha permeado en las esferas social,
política, legislativa y administrativa. Debemos insistir en dar continuidad a
esta visión ambiental. ¿O no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario