miércoles, 20 de agosto de 2014

Política y (Medio) Ambiente


Toda política pública en materia ambiental es un espacio informado por criterios administrativos, ecológicos y socioeconómicos. Lejos estamos de los esquemas unidireccionales que a fines de la década de los 60´s del siglo XX, enfatizaban únicamente el vector ecológico como sustrato de “lo ambiental”, “lo biótico” y del “equilibrio”, si bien el romanticismo original permitió traer al espacio público la discusión de temas como la contaminación del aire, del agua, del suelo y del subsuelo. Las investigaciones sólidas iniciadas realmente en la década siguiente, su politización social en los 80´s y el desarrollo de investigaciones de campo interdisciplinarias desde los 90´s hasta nuestros días, marcaron el sentido de nuevos esquemas conceptuales y metodológicos para acercarse al conocimiento y resolución de la problemática ambiental como objeto de estudio complejo, multifactorial y multivariable, tal como hoy mismo se presenta tanto en el imaginario social como en el realismo público. No hay duda, el tema ha sido publicitado, reclamado, estudiado, legislado y desarrollado como política pública sustantiva para cualquier administración nacional, estatal o municipal. Zonas de contaminación fuerte en nuestro país, como la ciudad de México, Monterrey y Guadalajara, adquirieron la categoría de problemática ambiental extrema, que trajo consigo la necesidad de investigaciones “de cuenca” y “de región”, porque las delimitaciones político-administrativas no coinciden con las del hábitat ecológico formado por sistemas y subsistemas de flora y fauna. Se han usado indistintamente los conceptos “medio ambiente” y “ambiente”, tanto en los estudios especializados como en la legislación de la materia, lo cual no debe amilanar a nadie, porque estamos ante un campo de estudio evidentemente en construcción, en el que desde hace unos quince años empezó a privar una idea o premisa fundamental: para cuidar algo, primero hay que conocerlo y comprender su dinámica. “Conocer” y “comprender” pertenece a los especialistas: ingenieros, biólogos, químicos. Pero “cuidar” nos compete e involucra a todos, y a esto se le ha llamado “corresponsabilidad social y humana”. Los primeros tienen las dificultades propias del método científico, hay que observar, experimentar y generalizar. Los segundos, es decir, todos nosotros, ciudadanos y gobierno, tenemos nuestras propias tareas: educación (formal, no formal e informal), concientización (familiar y comunitaria) y construcción de políticas públicas (medio) ambientales pensadas de manera integral y regional –holística, la nombran los conocedores-, porque en el constructo “ambiente” caben, al menos, dos bloques inevitablemente interconectados y que se influyen mutuamente, en términos sistémicos: el ambiente o medio natural; y el ambiente o medio social, proveniente de la actividad socioeconómica construida por el ser humano. Ambos “medios ambientales” interactúan y se afectan, de modo que cuando priva el “ambiente natural”, este es visto como fuerza incontenible y, entonces, el “medio social” aparece como algo frágil y delicado. Cuando se invierten los papeles, se invierten los adjetivos del problema. ¿Por qué? Porque son indisolubles y esta es la óptica que ha permeado en las esferas social, política, legislativa y administrativa. Debemos insistir en dar continuidad a esta visión ambiental. ¿O no?

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