Con esta denominación se conocen un sinnúmero de
textos y artículos de naturaleza especializada, que dan un punto preponderante
a la población como factor de desarrollo, entendido éste en su más amplio
sentido: a) social, si se atiende a la provisión de los satisfactores básicos
de la vida, como el vestido, el suministro de comestibles, la salud y la
educación; b) económico; en su sentido de oportunidades de trabajo productivo y
la posibilidad de ingresos que permitan allegarse de las condiciones materiales
para la vida; y, c) político, característicamente referido a la existencia de elecciones
generales incluyentes, posibilidades amplias de participación ciudadana (plebiscito,
referendo, iniciativa popular) y métodos de control social del poder, de base
colectiva. En la pluma de autores reconocidos –demógrafos y sociólogos, sobre
todo– la población no sólo es, como en la teoría jurídico-constitucional, un
componente del Estado soberano, sino la base material de la acción colectiva que
se organiza y estructura en atención a la consecución de metas de desarrollo
como las antes mencionadas. A fines del siglo XVIII, Malthus estimaba que la
población era un factor de prosperidad cuando alcanzaba cierto volumen, después
del cual se convertía en factor de tragedia, porque mientras que los alimentos
crecían en forma aritmética, la gente lo hacía en forma geométrica, y a eso se
debía que ocurrieran enfermedades y hambrunas que reducían otra vez la población.
Por supuesto, este autor escribía desde la versión de una sociedad
fundamentalmente rural, que no conoció la notable capacidad de la sociedad
industrial para producir suficientes satisfactores e, incluso, excedentes, lo
que llevó a invertir esas primeras consideraciones y dio paso a otras: mientras
más población, más fuerza de trabajo para la industria; mientras más población,
más soldados para defender el territorio nacional; y así los aforismos han ido
desde la consideración de que una población que crece sin control es un factor
de inestabilidad social, hasta el opuesto de considerar que una población
amplia es un factor clave para el crecimiento de toda economía. Pues bien, el
último recuento de población dice que, al 2015, México tiene 122.3 millones de
habitantes y la esperanza de vida de nuestra población es de 77.14 años. ¿Cómo
hemos crecido? En el siglo XVIII éramos entre 3 y 4 millones; cuando se consumó
la independencia, 6 millones; en tiempos de Juárez, 8.3; al término de la
revolución, 14.3; en 1950, 25.7; en el 2000, 97.5; en 2015,122, como ya lo
anotamos; y las proyecciones demográficas indican que en el 2020 rebasaremos
los 130 millones. ¿Somos muchos o pocos? Pues es cosa de mirar: actualmente
somos 7,350 millones de habitantes en el mundo; China e India tienen más de
1,300 millones cada una, Estados Unidos más de 320 millones, Brasil más de 200
y, en el otro extremo, hay un buen número de países-isla o de territorio corto
que van desde unos cuantos miles hasta poco menos de un millón de habitantes.
Pero en verdad, saber si somos muchos o somos pocos depende de cómo “nos
pongamos las pilas”. ¿Verdad que sí?
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