jueves, 7 de enero de 2016

Población y Sociedad

La dinámica demográfica es el resultado de la interacción entre dos conceptos complejos que poseen una estrecha materialidad y realidad: población y sociedad, que a su vez se implican con la noción de desarrollo que comentamos en la entrega anterior. Dicho de otro modo, cuando se habla de comportamiento demográfico no se puede pensar en demografía pura, sociología pura o economía pura. En efecto, la dinámica de la población pasó por el intento de explicación basado en la teoría de la transición demográfica –que antes que teoría es, más bien, una descripción de variables demográficas–, a partir de la observación de la natalidad, la fecundidad y la mortalidad ocurrida en países europeos centro y noroccidentales, desde el siglo XIX, para señalar que la población crece, inicialmente, por una diferencia entre nacimientos y muertes. Mayores avances de la medicina y en la prevención de enfermedades (vacunación, salubridad general, nuevos medicamentos), mejoras en el ingreso y en las condiciones de trabajo, urbanización y formas de organización social de mayor beneficio colectivo, disminuyeron en conjunto la mortalidad e incrementaron el éxito de los nacimientos; después, la introducción de medidas de control natal, mayor edad al matrimonio, espaciamiento entre hijos de las parejas, entre otros, disminuyeron las tasas de fecundidad y, paulatinamente, al paso de varias generaciones, se llegó a tasas de crecimiento bajas, nulas o negativas, que explican el llamado crecimiento negativo (más muertes que nacimientos, como resultado, por ejemplo, de la decisión libre de las parejas de no tener hijos). Del tiempo en que esos países crecieron y luego moderaron su crecimiento obtuvieron el llamado “bono demográfico”: el saldo positivo de población en edad de trabajar, determinante para una mayor producción de bienes y servicios (riqueza material), que supone el prerrequisito de la existencia de oportunidades de empleo para la sociedad, generadas por el Estado, o auspiciadas o impulsadas por éste. Pues bien, este esquema de transición demográfica se ha traspolado para explicar el comportamiento de países como el de México y comprender, así, el crecimiento considerable de su población durante el último siglo, debido al descenso de la mortalidad y a altos niveles de fecundidad (de 14.3 millones de habitantes en 1920, pasamos a 122 millones en 2015, como antes escribimos). Y también hemos tenido nuestro bono demográfico: las políticas públicas de control del crecimiento poblacional posibilitaron mayores proporciones de población en edad de trabajar productivamente. El problema estructural es que el desempleo ha sido un factor que nos ha afectado por décadas. Así, debido a que las tendencias poblacionales tienen una fuerte y estrecha correlación con los procesos sociales y económicos, hablar de población y sociedad resulta, más que un adorno de información, una necesidad que requiere inscribirse en las políticas públicas de educación, de salud, empleo, vivienda, servicios públicos y sistema general de pensiones y jubilados. No es fácil esta cuestión ¿verdad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario