jueves, 14 de enero de 2016

Población y Política

En las dos colaboraciones anteriores hemos podido exponer la importancia económica y sociológica que se implica con el estado y movimiento de la población. El crecimiento natural (la relación entre nacimientos y muertes) y el crecimiento social (la relación entre inmigrantes y emigrantes) dan pie al perfil y a la dinámica de una población. Por ejemplo, en nuestro país, del mismo modo que el nacimiento se representa con la edad cero, y da lugar a su registro en las estadísticas vitales (el acta de nacimiento); el “nacimiento político” se representa con la población que cumple 18 años de edad, mediante su incorporación o inscripción en el registro federal de electores (credencial para votar con fotografía). En efecto, en su arista política, la población de un país es la base material censal que permite determinar o precisar la población en edad de votar, según la mayoría de edad que la ley constitucional determine (por ejemplo, 18, 20 o 21 años), generalmente aparejada con el derecho a votar (elegir) y ser votado (ser electo) en las elecciones ordinarias periódicas para ocupar los cargos públicos de elección popular. Como se puede apreciar, ningún censo, conteo o reconteo poblacional es, por tanto, neutro; antes bien, las técnicas demográficas y su mayor o menor exactitud para determinar el conjunto potencial de votantes resultan evidentes instrumentos de política pública. Entonces, la población deviene política pública; es decir, la población se convierte en sujeto central de la política pública de un Estado constitucional (que se sujeta al derecho), democrático (donde el pueblo vota y elige a sus representantes), republicano (porque los gobernantes tienen una duración temporal en los cargos públicos) y libre (porque todos ejercemos nuestras libertades con igualdad y equidad).
Pues bien, a partir de la noción demográfica del concepto “población”, se llega a la noción política de “pueblo”, que es la palabra cargada de todo el contenido anterior para significar que: el “pueblo” es la población que constitucionalmente ejerce sus derechos políticos de participar en el gobierno de una nación, cuando adquiere esta capacidad por el simple paso del tiempo y llega a la edad en que obtiene el carácter de ciudadano. Como se ve, los binomios población y desarrollo, población y sociedad, y población y política, son todos parte de un ser bio-psico-social sumamente complejo, que a veces nos parece inexplicable, pero de cuya descripción o pretendida comprensión se llega a un concepto central: el de “persona”. Por eso se dice que la persona no sólo posee un sustrato biológico, sino también que la interrelación entre las personas exhibe su historicidad (la relación social en el tiempo), su socialidad (la relación social en el hoy), su juricidad (su posibilidad de centro de imputación de derechos y obligaciones), y su interioridad (la psiqué, razón, espíritu o alma que se individua en cada uno de nosotros). De nuestra enorme y conflictiva complejidad como personas deriva nuestra profunda riqueza humana. Ese es el quid y el misterio de la vida que tratamos de resolver y proyectar hacia nuestro futuro universal. ¿Podremos?

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