Tanto en el origen como en el desarrollo
moderno de diversas disciplinas, como la psicología, la demografía, la historia
o el derecho, casi resulta inevitable encontrar una postura de divorcio o
disociación entre la investigación social y la acción de gobierno, como si se
tratara de ámbitos totalmente separados sin posibilidad de nexo en común. Por
ejemplo, cuando en su primera obra Freud pidió “permiso de pasar al terreno de la Psicología”, lo hizo porque la
teoría y práctica neurológicas de entonces, útiles para explicar las parálisis
motrices orgánicas, no daban elementos para comprender la génesis y
manifestación de las parálisis histéricas en términos neurofisiológicos. Su
maestro, el neurólogo Charcot, le habría dicho que aunque una teoría sea buena,
eso no impide que existan hechos reales que ella no puede explicar. El método
clínico de investigación psicoanalítica de Freud, impactó fuertemente las ideas
gubernamentales de su tiempo y llevó a la creación de hospitales públicos para
un tratamiento más adecuado de las psicosis en hombres y mujeres. De otra parte, en la Historia, Hobsbawm ha dicho que lo
cierto es que Roma venció a Cartago y no al revés, significando que los hechos
históricos son datos provenientes de la realidad, y que a medida que el
historiador se acerca al presente depende más de la prensa diaria, estudios
económicos, compilaciones estadísticas y publicaciones de los gobiernos
nacionales y de las instituciones internacionales, para nutrir la investigación
social histórica y, con ello, contrastar las acciones gubernamentales del
pasado con las del presente, para proyectar soluciones en el futuro que
corrijan los errores de antes. Por su parte, en la Demografía, su acelerada
sistematización y notable expansión, ha dado lugar a una gran producción de
datos sobre la población mundial y también la de los niveles continental,
nacional o regional, donde las expresiones numéricas están presentes, mediante tasas
y fórmulas demográficas, para el cálculo de los volúmenes de demanda de
servicios públicos. ¿Por qué es importante la investigación social para el
ciudadano medio? Porque el conocimiento sobre la vida en común permite
dimensionar necesidades y explorar soluciones. Si se hubiera hecho antes, no
tendríamos problemas de cupo en las universidades públicas, o desempleo, o
déficit en los servicios de salud y vivienda. En consecuencia, el quehacer gubernamental y la
acción pública deben aprovechar los resultados de la investigación social,
porque ésta es la materia prima de toda política pública que tiene como mira el
bienestar general, entendido como el goce o disfrute de los satisfactores básicos
para la vida y la convivencia humanas, en forma colaborativa, cuya base real no
puede ser otra cosa sino el conocimiento objetivo suficiente que proviene de la
realidad social, a la manera de bases de datos, índices o tasas, que suponen recopilación
de información, tratamiento, ordenación y elaboración de indicadores, así como
su interpretación para calibrar diversas aristas de la problemática social y
permitir una mejor vida en común. ¿Qué, de plano, es muy difícil?
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