jueves, 16 de junio de 2016

¿Sistema Nacional Anticorrupción?


En dos colaboraciones anteriores sobre este que ya es todo un tópico, utilicé el mismo título con la diferencia de que ahora lo coloco entre interrogantes. Lo hago así porque el tema, en su más amplia consideración social, no es históricamente nuevo, aunque siempre políticamente fallido. En “Las crisis de México, la de 1946 y la de ahora”, Meyer cita el discurso del presidente Barack Obama, en Ghana: “Ningún país podrá crear riqueza si el manejo de su economía tiene como fin el enriquecimiento de sus líderes o si la policía puede ser comprada por los narcotraficantes. Ningún empresario querrá invertir en un lugar en donde desde el gobierno le `descreman´ el 20% de sus utilidades o donde el encargado de las aduanas es un corrupto. Ninguna persona desea vivir en una sociedad donde el imperio de la ley es sustituido por el imperio de la brutalidad y del cohecho. Eso no es democracia, eso es tiranía, incluso si de tarde en tarde se tiene una elección. Hoy es el momento de que ese estilo de gobernar llegue a su fin (The New York Times)”. El propio Meyer comenta que “la solución que Obama sugirió a los africanos se podrá aplicar también al caso mexicano: `lo que se necesita no son hombres fuertes sino instituciones fuertes´. Cierto, pero resulta que una solución tan fácil de formular es muy difícil de poner en práctica, sea en África o aquí…en términos operativos, ¿cómo `mandar al diablo´ las pésimas instituciones que tenemos y reemplazarlas por las que necesitamos? …Incluso si empezáramos hoy, que no es el caso, la tarea de rehacer el entramado institucional requiere de una o dos generaciones para lograr el resultado buscado”. Meyer también cita “La crisis de México”, escrita por Cosío Villegas, que con unos cuantos cambios podría haber sido escrita hoy: “En 1946 Daniel Cosío Villegas, tras reflexionar sobre las perspectivas que se abrían para México al concluir la Segunda Guerra Mundial, llegó a la conclusión de que nuestra comunidad nacional estaba en medio de una gran crisis, una crisis de futuro y que la razón era básicamente una falla moral de las élites…Cosío veía a la clase gobernante como irremediablemente tocada por la corrupción y por un escaso compromiso con el programa social, político y cultural que, se suponía, había sido la razón de ser de la lucha de Madero y sus sucesores…en aras de un proyecto que tuviera sentido para una mayoría que desde siglos había sido encajonada en una cultura de la pobreza…una corrupción administrativa general, ostentosa y agraviante, cobijada siempre bajo un manto de impunidad…La revolución nunca pudo cumplir plenamente…Sin duda que lo mismo puede decirse del sistema actual”. Este es el tema y contrapunto cuando se escribe sobre instituciones políticas y legislación social, en espacios y tiempos concretos de la historia colectiva, y que hoy inevitablemente se erigen como referentes para examinar el derrotero constitucional-legal que sigue el llamado “Sistema Nacional Anticorrupción”, que fuera: a) anunciado desde febrero de 2015 por los legisladores al Congreso de la Unión como un acuerdo político “histórico”, b) aprobado como un conjunto de reformas a la constitución federal el 20 de mayo de ese año, y c) justo en esta semana de junio de 2016, debatiéndose en el plano de la legislación ordinaria (7 leyes), pero ya sin el acuerdo que se presumió antes. Qué: ¿Se corrompieron los acuerdos? Sería el colmo.

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