miércoles, 7 de septiembre de 2011

La reforma judicial: de tormentas y sustentación en materia de justicia



Tanto el ministro José Ramón Cossío D. como el especialista Samuel González Ruiz, han alertado, respectivamente, sobre la “tormenta (judicial) perfecta” (en alusión a la severísima tormenta de 1991 en el Atlántico Norte) o el “stall” (aludiendo a la pérdida de sustentación en aviones), en que pueden caer la federación y las entidades federativas, como consecuencia de las reformas constitucionales del sistema de seguridad y justicia en nuestro país. La preocupación resulta del conjunto de materias involucradas: penal (juicios acusatorios); oral mercantil; justicia para adolescentes; jueces de ejecución de sentencias; narcomenudeo; sentencias de cortes internacionales contra del Estado mexicano; tribunales que conozcan de competencia económica; desarrollo procesal de las acciones colectivas; y juicio de amparo y protección de los derechos humanos. De no darse las adecuaciones necesarias en forma razonada, puede acontecer un duro trastorno del sistema de justicia, que traería daño a los derechos de las personas y situaciones de desgobierno como su efecto más inmediato.

Este escenario no es hipotético. Ahora mismo la reforma policial no avanza después de miles de millones de pesos invertidos; la reforma judicial sobre justicia oral no se ha generalizado y en los estados donde rige tiene diversos problemas, como en Chihuahua, con la paradoja de que los Estados que no están sujetos a la reforma judicial continúan manteniendo una situación de equilibrio, salvo los lugares donde se está desarrollando la guerra entre bandas de delincuencia organizada, como Tamaulipas, Guerrero, Michoacán o Nuevo León; la reforma a la ejecución penal no se ha aplicado; la reforma en materia de derechos humanos no avanza; tampoco existe capacitación para los jueces estatales en aquello que los conocedores llaman “control difuso de la constitucionalidad y la convencionalidad” en relación con la nueva interpretación del artículo 133 de la Constitución; y todo esto ante  la realidad de una infraestructura judicial incapaz e inconexa. Recordemos que ya en entre 1993 y 1996, se tuvieron decisiones reactivas, sin mando y sin control, con “huelga de brazos caídos”, que produjeron graves situaciones de incremento de violencia.

El problema es complicado, porque se ha calculado que tan sólo para cursos de formación, se requeriría de cuando menos 6 meses para capacitar en materia de derechos humanos a todos y cada uno de los aproximadamente 6,000 ministerios públicos, 400,000 policías y 30,000 jueces, de carácter federal, estatal y municipal. La conclusión asusta por su simpleza: pareciera que en el pasado reciente no se tuvo plan ni piloto para las reformas constitucionales en materia de seguridad y justicia, como si se hubiera volado sin instrumentos. Pero ya están hechas y, por tanto, partiendo del reconocimiento de estas condiciones reales, lo que de inmediato se requiere es un muy amplio programa de capacitación para quienes operarán las reformas. Debemos estar a tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario