Según datos del Instituto Federal Electoral, a mediados de 2012 acudiremos
a las urnas electorales para votar por un Presidente de la República, 128
Senadores y 500 Diputados en el orden federal (300 de mayoría relativa; y 200
de representación proporcional); y se tendrán elecciones locales en 15
entidades federativas: Sonora, Nuevo León, San Luis Potosí, Guanajuato,
Jalisco, Colima, Querétaro, Estado de México, Distrito Federal, Morelos,
Guerrero, Yucatán, Campeche, Tabasco y Chiapas que, en conjunto, representan la
elección de 6 Gobernadores, un Jefe de Gobierno, 347 Diputados locales de
mayoría relativa, 232 Diputados locales de representación proporcional, 871 presidencias
municipales y 16 jefes delegacionales.
Por su dimensión y volumen, a la suma de las elecciones federales,
estatales y municipales que coinciden de este modo cada seis años, se le ha
dado en llamar “elección total” -aunque en estricto sentido no sea así- porque
se renueva el 100% de los cargos de elección federal, casi el 20% de las
gubernaturas o equivalente (el Distrito Federal) y de los legisladores locales,
y el 35% de los municipios del país.
Por ello estamos presenciando una agresiva e intensa campaña electoral (para
evitar el “pre” que se quiere anteponer a un proceso electoral francamente ya en
marcha), entre todos “los colores” contendientes, dado que el “mapa electoral”
puede modificarse –según encuestas y preferencias- de manera que la postulación
interna de candidatos se convierte en una verdadera elección interna previa
sumamente agitada, debido a que está en juego ni más ni menos que el control
del Gobierno Federal en sentido amplio, y una muy importante área regional
formada de los estados y municipios mencionados.
La inteligencia con que se elijan candidatos, se realicen campañas y se
oferten propuestas de nuevo gobierno, producirá el “resultado ganancioso” para
alguno de los tres partidos políticos nacionales más grandes (que al corte del
día de hoy se presenta, en orden de mayor a menor intención del voto, con la
seguidilla PRI-PRD-PAN), o el “tsunami” electoral que afectará a alguno de
estos partidos por la consecuente redistribución formal y material del poder
político tanto en el centro como en la periferia.
Por supuesto, también se pueden dar diferencias relativas entre las tres
fuerzas político-electorales más representativas de nuestro país, si atendemos
a la lógica de analistas serios que también argumentan, fundados en datos
histórico-electorales duros, que a la “hora” de la elección las diferencias en
las estadísticas sobre preferencias comiciales se habrán estrechado, distribuyéndose
hacia una cadena PRI-PAN-PRD (también de mayor a menor) más equilibrada, porque
introducen la expectativa de “género” que podría suceder con la posible incorporación
de una mujer candidata a la Presidencia de la República. Con todo, lo cierto es
que las estrategias están marcadas: el PRI, con Peña Nieto, busca conservar la
indudable ventaja que tiene hoy por hoy; el PRD, intenta recomponer la figura
de López Obrador, para ver si puede “estirar” su imagen; y el PAN, decidirá el
candidato (Cordero o Vázquez Mota) que recibirá el apoyo de todo el aparato del
gobierno federal para conservar el poder. Pues bien, evidentemente en este 2012
asistiremos a una verdadera Elección Total.
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