Por fin se ha completado la tercia de candidaturas partidistas por la
Presidencia de la República, en el sentido que antes habíamos adelantado, y no
por sortilegio, sino por un sencillo ejercicio lógico de deducción, acorde a la
intensidad electoral propia de este año 2012 de elección total. De igual modo,
como hace ya varias semanas, seguimos deduciendo de las opiniones informadas,
de los datos duros y del comportamiento serial de las cifras electorales, que
hacia julio de este año los resultados comiciales se habrán estrechado
estadísticamente en función de una cadena PRI-PAN-PRD (de mayor a menor) más reñida.
Con las cartas formalmente boca arriba, de manera señalada Enrique Peña Nieto
tiene al PRI con ventaja numérica, ya superados los primeros embates de efectos
mediáticos negativos que sufriera, y desarrollará dos líneas de estrategia
congruente. En el orden externo, capitalizar el evidente desgaste que sufre todo
partido en el poder, como evidentemente sucede con el gobierno del Presidente
Calderón, cuya línea de flotación ha sido afectada por el déficit político,
jurídico y organizacional ocurrido en materia de seguridad pública, su sordidez
para distribuir los beneficios de los programas sociales y su parcialidad en
asuntos de procuración de justicia. En el orden interno, la recomposición de
sus alianzas electorales nacionales se sustentará en la fortaleza partidaria derivada
del respeto político-pragmático a los derechos de sus militantes, con el fin de
cerrar filas en lo interior y aprovechar una de las ventajas innegables del PRI,
consistente en su notable disciplina partidaria.
Josefina Vázquez Mota ya hizo que el PAN, contra toda su historia
partidaria, introduzca, hacia lo externo y como primerísimo elemento de campaña,
la expectativa de “género”, acudiendo desde ya a las analogías internacionales
con las presidentas o primeras ministras que gobiernan o han gobernado, por ejemplo,
en Argentina, Alemania, Brasil y Chile. Pero en lo interno, el PAN no volteará hacia
el PAN, sino hacia el gobierno de Calderón en busca de su verdadera fortaleza
operativa consistente en los programas sociales y recursos económicos que le
proporcionarán, sin tapujos ni rubores, las diversas dependencias y entidades
federales, creando una lucha desigual y descarnada que ha sido denunciada por
todos los partidos políticos diferentes al PAN, sin distinción de ideologías. Por
lo que hace a Andrés Manuel López Obrador, también podemos distinguir elementos
externos e internos en los que fundará su estrategia. Por cuanto a lo primero,
el “Peje” –nombre de batalla mediáticamente real- continuará con la idea de ampliar su imagen,
mediante actitudes públicas que demuestren sus “atributos” de tolerancia
política y equidad con las diversas clases sociales, sustentándose en un
nacionalismo popular de discurso conocido. Pero es en el ámbito interior de
donde le provendrá su mejor “capital” electoral, porque el PRD logró unificar
las tribus y corrientes sectarias que lo forman para tener una candidatura
institucional y, además, buscar la unificación de sus demás candidaturas
federales. Los planteamientos están claros, el PRI y PRD se apoyarán, con
diferente magnitud, en una oferta política propositiva o contestataria y en su estructura
partidaria; el otro, el PAN, esgrimirá un discurso político de género y
continuismo político, con evidente uso del dinero público. Sí así están las
cosas, luego entonces “ya veremos”.
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