Dado que al Instituto Federal Electoral (IFE), en ausencia de toda norma,
le dio por inventar el concepto “intercampaña” para calificar al periodo
situado entre las precampañas y el día anterior al inicio de la campañas
de los candidatos federales (del 16
de febrero al 29 de marzo de este año), mediante un acuerdo de facto disfrazado
de juridicidad; me atrevo a nombrar como “interdebate” –sobre todo por no ser
autoridad electoral- al periodo que transcurrirá entre el primero y el segundo
debate de los candidatos a la Presidencia de la República. Del debate inicial
mucho se ha dicho y escrito, con razones e inclinaciones de todo tipo, pero lo
expresado por y entre los aspirantes en el debate de esa noche -vía propuesta;
vía respuesta; o vía contraataque- constituye el guión que todos ellos, sin
excepción, han tratado de ampliar en sus mítines, spots, universidades y
diversos espacios públicos. Y no podía ser de otra manera, porque: ¿A quién se
le pudo ocurrir que los asuntos de interés nacional pueden debatirse con
suficiente seriedad en lapsos de minuto y medio, o de dos o tres minutos? … Pues
al IFE, que le ha dado por descargar culpas atribuyendo temas, preguntas y
tiempos a los partidos políticos, o los defectos de producción y “sorpresas” en
la transmisión al prestador de estos servicios. ¿Alguien tiene duda de que el
segundo debate también será “de cartón”? ¿O es que habrá otras modificaciones
para permitir una interacción y discusión de ideas más abierta y directa? El
formato aprobado por el IFE no funciona, como tampoco funcionan muchas otras
cosas en esa institución, atemorizada de sí misma, de su debilitada legislación
y de la falta de imaginación responsable para intentar encauzar los encuentros
entre candidatos, hacia un ejercicio de verdadera plaza pública. No es casual
que todos los aspirantes comparecientes hayan tenido problemas de “timing”, es
decir, dificultad para administrar la duración de sus participaciones, sujetas
al rígido formato previamente aprobado. Dos o más veces, cada uno de ellos, no
logró concluir sus comentarios, a no ser como un eco final jocoso y, después de
una hora de debate, lo más sintomático de estas dificultades de tiempo, que
sólo pueden resolver quienes laboran diaria o periódicamente frente a cámaras
por tiempos estrictamente acotados, fue la circunstancia de que uno de los
candidatos, por cuidar su tiempo, ¡terminó varios segundos antes su
intervención!, produciendo titubeos de cámaras y de la moderadora. Esta última,
por cierto, siempre sonriente, exhibió el encargo neutral de administrar los
tiempos, o sea, la forma…en demérito del fondo, de la sustancia esperada como
propuesta, del contenido programático de las ideas que después de la toma de
protesta de quien asuma la presidencia, se deberán traducir en acciones y plan
de gobierno. A la moderadora –“Lupita”, como todos la llamaron- no es posible
reclamarle nada, porque simplemente no estaba en sus capacidades ni posibilidades
alterar nada. Luego entonces, hay que voltear la vista hacia el IFE y preguntarle
¿qué va a cambiar en el segundo debate? porque a nadie conviene lo sucedido. Dicho
de otro modo: si lo secundario cambiará (el productor renunció y tampoco
repetirá la edecán), entonces ¿por qué no hacer cambios sustanciales para una
verdadera confrontación de ideas?
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