miércoles, 6 de junio de 2012

Educación Pública en el contexto electoral




La realización de la prueba “Enlace” (bloqueada en al menos cinco estado); las movilizaciones de maestros disidentes en contra de ella; las manifestaciones políticas de reclamo de la líder del mayor sindicato de educadores de América Latina –y jefa política del PANAL- respecto de la actuación de la ex Secretaria de Educación Pública y ahora candidata a la Presidencia de la República por Acción Nacional; o las muy recientes declaraciones del candidato presidencial del Revolucionario Institucional sobre el papel rector del estado en materia educativa, con independencia de la relación entre el sindicato magisterial y sus agremiados; todo en combinación con las acusaciones del presidente Calderón por el cierre de escuelas en Oaxaca, fundadas en “chantaje” o “capricho”, en unión de sus expresiones en pro de la evaluación universal docente y las dificultades de aplicación de la citada prueba Enlace, colocan en el centro de la polémica pública y del debate político el campo de la educación en México.

En este ámbito no hay recurrencias o estacionalidades, porque ha sido permanente y socialmente conflictivo debido a la dimensión de los factores que intervienen de diversa forma: a) millones de educandos de todos los niveles, b) cifras también millonarias las del número de profesores, c) miles de escuelas, y d) un peso enorme en el porcentaje del gasto público de la federación: Para 2012, el presupuesto aprobado es de $3 billones 707 mil millones de pesos, de los cuales 532 mil millones constituyen el presupuesto educativo –el más alto de la historia- que representa el 19% del gasto programable federal y el 33% del gasto en desarrollo social (que incluye salud, asistencia social, infraestructura social e hidráulica, urbanización, vivienda y protección ambiental).

Conforme al censo de 2010, de la población de 6 a 14 años, 18.7 de 19.8 millones asisten a la escuela, es decir, 94 de cada 100; de los jóvenes de 15 a 19 años, que generalmente cursan algún año de educación media y media superior (bachillerato o preparatoria y carreras técnicas), sólo el 53 % asiste a la escuela; y, hay 3.5 millones de personas de 20 años y más que asisten a la escuela, o sea, 5 de cada 100 habitantes en este enorme rango de edad. Por su parte, las cifras de analfabetismo muestran que 6 de cada 100 hombres y 8 de cada 100 mujeres de 15 años y más no saben leer ni escribir.

Si consideramos que hoy día, como lo informa el INEGI, 40.1 por ciento de mujeres y el 40.8 por ciento de hombres están en la escuela, es decir, menos de la mitad de la población total, aún así, frente al total de población de 113 millones de habitantes en nuestro país conforme al censo de 2010, resulta que más de 45 millones de personas se encuentran cursando alguna modalidad educativa. Los datos duros son elocuentes y enuncian porque la educación constituye un enorme campo complejo, de implicaciones políticas y sociales conocidas en buenas dosis, pero también desconocidas o sin correlacionar en muchas otras. Se entiende así porque el discurso político de presidente, candidatos y líderes magisteriales se escucha o manifiesta con diferencias o enfrentamientos frecuentes y muchas menos coincidencias; en contraste con la aparente “poca voz” de estudiantes y padres de estudiantes. Dato este último, preocupante ¿o no?


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