Después de la elección y resueltos que sean los
conflictos poselectorales por la vía de la legalidad, llegará el momento de los
compromisos y de los deberes. Los ciudadanos cumplieron los suyos con notable
civismo, y el nuevo gobierno deberá cumplir los propios del encargo con
rigurosa limpieza y honestidad, porque quien gobierna no se ubica por encima de
los ciudadanos ni goza de derechos especiales, antes bien, se somete a mayores
obligaciones públicas dada la condición política, ética y humana en que se
sitúan los servidores públicos, de cuyo cumplimiento deriva la fuente del
prestigio público, o de su contrario, el desprestigio, cuando se actúa contra
esos principios y reglas de conducta.
El Estado se caracteriza por la idea política de buscar
fácticamente el equilibrio de los poderes públicos que lo integran, para que,
en congruencia con su propia naturaleza, promueva el equilibrio social. Por eso
no podemos quedarnos en el continuo debate de una transición política que se ha
prolongado más de lo deseado en el tiempo, y que sólo produce una permanente
reflexión que no alcanza a manifestarse en los hechos. La reflexión es
necesaria, pero sólo es útil cuando da lugar a la acción. Gobernar es actuar; pero
de la misma forma que de la parte no surge el todo, la sola actividad
gubernamental no resolverá por sí misma la totalidad de la problemática social.
El Gobierno necesita de su creador: los ciudadanos, para efectuar acciones de
corresponsabilidad y de cogobierno que verdaderamente produzcan la mejora de la
calidad de vida de las personas, niños, niñas, ancianos, hombres, mujeres,
jóvenes y adultos, con respeto a sus valores étnicos y culturales, a sus
tradiciones, creencias y costumbres.
La economía es importante, claro está, pero siempre
que esté al servicio de las personas y no a la inversa, porque la estrategia
económica no es un fin en sí mismo, sino un medio necesario para constituir una
política social integral de salud, trabajo, alimentación, educación, vivienda,
seguridad social y obra pública. La misión del gobierno y sociedad actuales es
dejar a las futuras generaciones una herencia de hombres y mujeres, porque en
su más puro sentido político, ser actual exige un esfuerzo por anticiparse a la
realidad y concebir futuros posibles, para proponer esquemas de desarrollo que
combinen el ámbito regional con el nacional, sin desconocer las
transformaciones que suceden en el entorno global. Los mexicanos y su gobierno
debemos aspirar a crecer en la democracia, sin adjetivos ni voluntades
parciales, porque la superior responsabilidad del Estado es el desarrollo de la
persona y la reivindicación de su dignidad, para alcanzar un verdadero
desarrollo humano.
La razón histórica indica que los derechos humanos
son garantías para toda sociedad abierta que aspira al desarrollo pleno de sus integrantes,
de sus familias y de las instituciones. No se trata de ensayar propuestas
extralógicas. Si en verdad practicamos las que tenemos podemos avanzar: el
Estado mexicano tiene en el federalismo el acuerdo político para hacer posible
la diversidad local, regional, social, cultural, política y étnica de la Nación,
a la vez de posibilitar que compartamos identidad y conciencia nacionales. El
federalismo es imperfecto, pero es el que tenemos y constituye el principio que
corresponde materializar al nuevo gobierno federal en puerta. Cuestión de
convicciones.
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