miércoles, 8 de agosto de 2012

Democratización vs. Partidización

En uno de sus más famosos “Diálogos” -el de la “República”- Platón apuntaba que uno de los riesgos de la democracia, como forma de gobierno, era el de la partidización, apuntando que el riesgo que se corría al democratizar el poder era que el pueblo y la administración pública podían caer con relativa facilidad en manos de partidos o facciones con intereses parciales y tendencias egoístas. Para argumentar tal posibilidad, puso en boca de Sócrates la discusión, con Polemarco y con Trasímaco, sobre el tema de la Justicia. Platón escribió así, hace alrededor de 2 300 años, quizá, el tratado más antiguo de lo que hoy llamamos ciencia política, mediante el método de examinar los hechos de la realidad política ateniense de entonces, y contrastar esa  situación fáctica con el régimen político ideal de una ciudad-estado construida sobre la virtud del conocimiento racional, donde hubiera “filósofos reyes” que constituyeran una aristocracia o “gobierno de los mejores”. El antídoto para contrarrestar los “defectos” o “desviaciones” de la democracia e impedir una partidización de la política y el gobierno lo encontraba en la educación: educación del ciudadano y educación del gobernante. Luego entonces, antes que los republicanos romanos del siglo II a. C. -y que el cristianismo original del siglo I d. C. fundado en la creencia en un comunismo primitivo o democratización de los “bienes de dios” y de la “comunidad-” Platón había expresado que la mejor forma de evitar la partidización o “tendencionismo” de los “unos cuantos” sobre “los otros muchos”, era la de impulsar una formación o preparación de los habitantes de los “demos” (barrios), tribus y miembros de la “ecclesia” (asamblea). La crítica descontextualizada de Popper contra Platón, no hizo mella tal que hubiere dejado sin contenido a las ideas platónicas, porque hay que tomar éstas en el riguroso contexto de una sociedad civil y política totalmente diferente de la actual o, mejor dicho, de las actuales sociedades occidentales. La democracia como forma de vida o instrumento político, con todos los defectos que pudiéramos señalar, más allá de los expresados por Platón, es hoy, entre nosotros, una mejor opción de vida y de organización civil e institucionalización del poder, que la más acreditada monarquía o el despotismo más ilustrado que se quisiera defender. Nuestro país es un ejemplo vívido de esto. En los últimos 25 años hemos pasado del descrédito y desconfianza en los comicios, a la partidización de sus resultados mediante protestas públicas de todo orden. Platón diría, quizá, que nos hace falta masificar la educación y, muchos de nosotros, tal vez diríamos que tendría razón, pero añadiríamos datos que no tuvo a la mano ese pensador, porque no podía históricamente haberlos tenido. Frente a la partidización política –actitud política extremista, de carácter interesada y exigencia egoísta- que siempre habrá y seguirá habiendo, debemos oponer los mejores argumentos de la democracia para construir una sociedad abierta: reconocimiento de derechos individuales y colectivos fundados en principios de igualdad y equidad (derechos humanos);  instituciones ciudadanizadas y profesionales para resolver nuestros conflictos; y creación y fortalecimiento del mejor árbitro de la democracia: la legalidad, porque ésta se basa siempre en tres premisas humanas fundamentales: Educación, Ley y Libertad.

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