miércoles, 13 de noviembre de 2013

El hombre en busca de sentido



Este es el título del libro más famoso de Víctor Frankl –uno de los diez libros de más influencia en América-, descubridor de la Logoterapia, como se conoce a la escuela psicológica que desarrolló, a partir de la brutalidad de su propia experiencia humana como prisionero en los campos de concentración alemanes, de la cual sobrevivió después de haber sufrido en carne propia la bestialidad y destrucción más extremas, y de haber perdido las personas y las cosas más íntimas y sentidas que un ser humano puede amar, hasta verse en la total desnudez en el más crudo significado de la palabra. La lectura de esta obra impacta de manera honda a quien se acerca a ella, porque permite atisbar la asombrosa capacidad humana para recuperarse, mediante la liberación que da la fe y la esperanza, después de haber estado postrado por la tragedia más inhumana que puede vivirse. En Auschwitz perdió a su esposa, a su hermano y la familia de éste; en Theresienstadt le arrebataron a su madre y en ese mismo campo vio morir a su padre.
Transitar y levantarse de la estremecedora cercanía de la muerte abyecta y sin sentido, del salvajismo de los campos de la muerte, y sobrevivir para reconstruir el sentido de su existencia, lo llevó a la conmovedora búsqueda de los elementos para encontrar en la fe por la vida propia y la esperanza en el género humano, la arquitectura para fundar una psicología humanista, profunda y revivificadora, fundada en la aceptación de los pensamientos y de los sentimientos como piedra de toque para la recuperación de nuestro ser íntimo y verdadero. Frankl no quería que se le viera como un hombre deslumbrante y excepcional por el trance sufrido, sino como un ser frágil y endeble. José B. Freire dice de Frankl que  “nada más ingresar en Auschwitz…le invadió la amarga sensación de que nada suyo le sobreviviría, ni un hijo físico ni un hijo espiritual. Esa turbadora  sensación, más el presentimiento de las atrocidades por venir, le arrastraron hacia la idea del suicidio como liberación. Sin embargo, a pesar de ese desplome de ánimo, ´durante la primera noche en el campo me conjuré conmigo mismo para no lanzarme contra las alambradas [suicidarse]´”.
Agónico y con su psiquismo quebrado, fue liberado el 27 de abril de 1945, y “sin familia, sin hogar ni cobijo, sin dinero, sin trabajo, sin amigos…al contar la muerte de sus padres y de su esposa, la pena contenida se desbordó y lloró y lloró, durante interminables horas”. La experiencia contenida en “El hombre en busca de sentido” es tremendamente personal y estremecedora. La Psicología que Frankl creó proviene del tormento, la desnudez, la desnutrición y la vejación inhumana, que él, luchando contra su debilidad, trocó en esperanza en la vida y en la prodigiosa capacidad espiritual que habita en cada uno de nosotros. Un viejo maestro, en sus clases de psicología, solía decir que cuando sintiéramos nuestra vida rota o nuestro espíritu moribundo, podíamos leer, pero sobre todo “sentir” a Frankl, porque ese verbo era la esencia de la psicoterapia de ese “psicólogo en un campo de concentración” cuya fe se expresaba así: “…la vuelta de aquel mundo ignominioso al caluroso hogar provocaba una maravillosa sensación de fortaleza interior, pues después de soportar aquellos increíbles sufrimientos, uno ya no tenía nada que temer, salvo a su Dios”.

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