miércoles, 23 de julio de 2014

Normatividad y normalidad

Los recientes debates parlamentarios sucedidos en el Congreso de la Unión, para aprobar las leyes secundarias que derivan de las modificaciones constitucionales “estructurales” o “generales” o “armonizables” aprobadas –en este momento toca el turno a las de carácter energético–, han reavivado una vieja y, a la vez, nueva polémica entre políticos y tecnócratas. Se decía en el congreso federal, que tan malo era el político metido a tecnócrata, como el tecnócrata metido a político, porque se corría el riesgo de que las posturas colisionaran al enarbolar proyectos con ideas opuestas y, al final, sólo triunfaba la regla de oro de los parlamentos: la mayoría decide con base en el proyecto que defiende. Como en el fondo se trata de un asunto de teoría y orden constitucional, es comprensible que idearios políticos o técnicos diferentes sean, en el extremo, irreductibles. Antes que, para superar la oposición entre “políticos” y “técnicos”, tengamos que inventar la categoría de los “tecnopolíticos”, como una suerte de híbridos que no serían ni lo uno ni lo otro, tal vez quepa recordar una cita del “Derecho Constitucional Mexicano” de don Ignacio Burgoa: “con toda razón ha dicho Octavio Paz en su estupendo libro El Laberinto de la Soledad que el gobierno de los técnicos, ideal de la sociedad contemporánea, sería así el gobierno de los instrumentos. La función sustituiría al fin; el medio al creador. La sociedad marcharía con eficacia, pero sin rumbo. Y la repetición del mismo gesto, distintiva de la máquina, llevaría a una forma desconocida de inmovilidad: la del mecanismo que avanza de ninguna parte hacia ningún lado”. Burgoa tampoco era benevolente con los “políticos”; decía que “la ley fundamental del país debe ineludiblemente observarse, sin que…sus violaciones traduzcan ninguna crisis del derecho sino de los hombres encargados de hacerlo cumplir en su carácter de funcionarios públicos del Estado”. Así era, a principios de los 90’s del siglo pasado, el enfrentamiento entre tirios y troyanos en la función pública federal mexicana.

¿Cómo es ahora? En un recientísimo y brillante libro, “Teoría Constitucional y Procesos Políticos Fundamentales”, don Jorge Moreno Collado aborda de manera amplia y cuidadosa la vinculación entre la norma jurídica y la realidad. Su prologuista de lujo, don Diego Valadés, la expresa como la reciprocidad entre la construcción normativa y la conducta social. La norma y la normalidad; los agentes políticos y los ciudadanos, estarían vinculados por procesos políticos fundamentales. Política y técnica caben aquí, porque contribuyen a proporcionar elementos que dan base teórica y empírica a la teoría constitucional. En efecto, el poder público y el poder ciudadano interactúan, se informan mutuamente y no siempre de manera acordada, sino dialéctica, es decir, como un enfrentamiento de contrarios. El proceso que los liga es fundamental, incluso en el conflicto, porque hace confluir la forma y la materia; la norma y la realidad; y si el derecho supone formas normativas, también concurren en su contenido los principios científicos y avances técnicos. La realidad modifica la norma, pero la norma también aspira a modificar la realidad; no hay lugar para híbridos, sino implicación franca, es decir, procesos políticos fundamentales que vinculan el atributo de la normatividad jurídica con el de la normalidad proveniente de la realidad. Sin duda ¿O no?

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