Dislate significa disparate y es sinónimo de
desatino, imprudencia o desacierto; es decir, algo que todos cometemos en algún
momento, en nuestro entorno de vida personal, familiar, escolar, laboral, en
fin… por lo regular cuando somos niños o jóvenes, aunque la etapa adulta no
está exenta de ello. Evitar los dislates o disminuirlos tiene que ver con
aquello que decía un anciano respetable: “la madurez es la suma de los dislates
cometidos en nuestra vida, que estamos dispuestos a no volver a cometer”. Mucho
ayuda la formación familiar, académica y los valores sociales, sumados a una
buena dosis de humildad y honestidad. Cuando algo de esto nos falta, es de
esperarse que cometamos dislates. No sabemos cuáles de estas condiciones o
cualidades le falten al presidente del Instituto Nacional Electoral, pero las
expresiones de burla y mofa que emitió, en charla telefónica con el secretario
ejecutivo de esa institución, sobre un líder indígena con quien se entrevistó
“en una reunión celebrada en las instalaciones del Instituto”, son un auténtico
dislate. Él ha reaccionado presentando denuncia por intervención telefónica de
una conversación privada y ofreció “una disculpa franca y sin rodeos a quienes
se hayan sentido ofendidos por mis comentarios ilegalmente obtenidos”. El audio
o la transcripción de los comentarios hechos “de manera desafortunada y poco
respetuosa” –como los califica el autor– y su disculpa, que están en numerosos
medios de difusión, escrita o electrónica, han generado todo tipo de opiniones
en su contra. Reza el dicho que la iglesia no castiga el pecado, sino el
escándalo; y el escándalo requiere de una condición inherente al mismo: ser una
persona pública. Y no hay duda de que el presidente del INE es una persona
pública y aún más en tiempos electorales, porque preside el órgano máximo de
gobierno de una institución cuyos miembros fueron elegidos congresionalmente
por contar con preparación, trayectoria y cualidades para desempeñarse como
árbitros de las contiendas electorales en nuestro país.
Diversos periodistas apuntan que el presidente del
INE se expresó de forma “despectiva y groseramente”, “fue políticamente
incorrectísimo”, de “mofarse de manera lamentable”, de “lamentables
comentarios”, “se le escucha burlarse de un líder indígena”, “se burló de un
dirigente indígena”, “se burló de cómo hablaba un indígena”, de “postura
discriminatoria, racista, de superioridad global”, por citar algunos. Según se
anota, los comentarios “desafortunados” sucedieron después de la presentación
en el INE de la “Guía para la acción
pública: elecciones sin discriminación”. Cometer un disparate es malo
para cualquiera, pero cometer dos es lapidario. El segundo disparate fue la
disculpa, porque el presidente de la institución quiso minimizar el contenido de
la grabación de la plática que sostuvo con el secretario ejecutivo de la misma,
exaltando que se trató de la “intervención y difusión ilegal de una llamada
telefónica privada”, que se hizo la denuncia ante la PGR y diciendo que su
“respeto a los derechos indígenas ha sido patente a lo largo de mi trayectoria
como académico y como servidor público” (quizá lo era, antes de este miércoles).
Esperaremos a mejores tiempos para utilizar letras mayúsculas al referirnos a
los cargos de presidente y secretario ejecutivo de esa institución nacional
electoral. ¿Le parece?
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