jueves, 7 de mayo de 2015

Nueva Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública


Tres son los rubros que se han publicitado a propósito de la promulgación de la nueva Ley General de Transparencia y Acceso a la Información Pública: medios de defensa; protección de datos personales; gobierno abierto; menos opacidad; menos discrecionalidad. Además de anunciarse que con la nueva Ley se abrirán espacios de participación a la ciudadanía, se anuncia la creación de un sistema nacional que involucrará a los tres órdenes  de gobierno, y se ubica el objeto de este ordenamiento en la lógica más general de la rendición de cuentas mediante el acceso a la información que generan las instituciones gubernamentales y sus autoridades. Todo ello permite traer a colación lo que antes hemos expresado en otros foros: cuando sabemos que ciertas bases de datos como son los padrones electorales, cuentas bancarias, afores y tarjetas de crédito, se han vuelto públicas ilegalmente por la comercialización ilícita que se ha hecho de estas fuentes en el pasado, estamos diciendo que algo privado se ha vuelto público, y que eso implica que diversos datos personales como son el nombre, dirección, teléfono particular o laboral, correo electrónico, ocupación o lugar de trabajo, pueden ser obtenidos prácticamente por cualquiera mediante pagos risibles, dando lugar en el extremo a problemas de secuestro, extorsión e inseguridad. Aunque muchísimos de nosotros –la enorme mayoría de este país- podemos decir que la escasez de nuestro patrimonio personal no resultaría atractivo para alguien que quisiera obtener ganancias a nuestras costillas, todos estaríamos de acuerdo, intuitivamente o con pleno conocimiento de causa, en que la difusión no autorizada de nuestros datos personales violenta los derechos humanos de intimidad personal y familiar. Esto ha sucedido porque hemos visto, durante el último cuarto del siglo pasado y lo que va de este, el crecimiento desmesurado de “lo público” en detrimento de la intimidad y confidencialidad de “lo privado”, toda vez que lo privado, mediante los mass media y otras alternativas electrónicas, se vuelve público de una manera pasmosamente inmediata y masificada. En efecto, “lo privado” sufre el apabullamiento de “lo público”, porque aquél posee en el tiempo actual la condición de lo débil, lo desvalido, lo susceptible de violación por todos los instrumentos que la publicidad y los medios han creado para penetrar su esfera. El aforismo bien podría ser que la regla general es que todo es público, y que la excepción es cierta información personal que se instituye como privada; pero justamente en este espacio reducido y débil es donde reside la sustancia de la individualidad y de la personalidad de todo ser humano. Lo cual es tanto como decir que lo privado se hizo público, y una vez que lo público abarcó literalmente todos los espacios de la vida, se hizo necesario proteger el honor, la intimidad personal y familiar, y la dignidad de saber que, situados en el campo de las acciones colectivas, necesitamos guarecer el sentido vital de nuestra individualidad. Bienvenida la nueva ley, si este es el espíritu que la anima para proteger y tutelar, sustancialmente, los datos personales, como una de las representaciones materiales en que se manifiesta un derecho humano fundamental para la convivencia social; al tiempo de permitir el acceso a la información generada en las esferas de gobierno, de indudable naturaleza pública. ¿Se logrará?

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