jueves, 13 de agosto de 2015

Sistemas electorales


Las elecciones son inherentes a la democracia. La historia electoral, internacional o doméstica, ha fundamentado de manera fáctica la circunstancia de que, desde el siglo XVIII, paulatinamente, las elecciones se erigen en la mejor forma de facilitar la transferencia del poder. Al admitirse casi de manera indiscutible este aserto, queda claro por qué los sistemas electorales se diseñan para cumplir dos funciones: una, técnica, para que los principios y la aritmética involucrada nos den una representación lo más “exacta” posible de los electores en los órgano del Estado; y una función política, para otorgar legitimidad al ejercicio del poder. Por eso, los sistemas electorales se conciben como elementos inseparables de la democracia representativa. Sin embargo, el asunto de la “exactitud” no es un asunto fácil ante la pluralidad de las opiniones de los ciudadanos. En efecto, si la democracia tiene como instrumento la elección, la pluralidad tiene como supuesto la demografía. Es decir, a mayor demografía mayor pluralidad política, y aquí es donde surge el debate sobre cuál es el mejor sistema electoral, o sea, el que mejor refleje la doble circunstancia de toda democracia representativa: por un lado, el reconocimiento de la decisión de las mayorías; por otro, la posibilidad de representación de las minorías. La premisa es que una sociedad es la suma de mayorías y minorías dado que el consenso (consentimiento de la totalidad) es más bien un tipo ideal que una realidad.

Ahora bien, tres son los tipos de escrutinios en que se fundan los sistemas electorales: 1) El mayoritario, donde no necesariamente se requiere alcanzar la mitad más uno del universo de votos, sino sólo que el candidato ganador obtenga más votos que los otros; esto es, se gana con una mayoría relativa; 2) El proporcionalista o de representación proporcional, en el que a cada partido político se le da un número de escaños o legisladores atendiendo a su porcentaje de votación; y, 3) El mixto, que combina el escrutinio mayoritario y el de representación proporcional (RP). El mixto es el sistema que priva en nuestro país, tanto en los órdenes federal y estatal, como en el municipal. Así, como sabemos, los Ejecutivos de estos órdenes de gobierno son elegidos conforme al principio de mayoría relativa (MR); en tanto que los legisladores son electos conforme a los dos principios (300 de MR y 200 RP en la Cámara de Diputados; y 96 de MR y 32 RP en el Senado). En los municipios, el presidente y el síndico son electos por MR, y los demás ediles por RP. Separados, cada sistema tiene sesgos o inconvenientes de representación, que se buscan atenuar combinándolos, de manera igualitaria o predominante. El sistema electoral mexicano es, entonces, un sistema mixto con predominante mayoritario, al que desde esta última elección de 2015 habrá que sumarle las particularidades de las candidaturas independientes y las candidaturas con paridad de género. En efecto, el tema electoral es complicado, porque nuestra sociedad es cada vez más compleja y plural. ¿Sí o no?

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