jueves, 5 de noviembre de 2015

Educación Superior Pública y Privada (III y última)


Las cifras educativas siempre son referentes cuantitativos que requieren de interpretación o explicación causal. Los números impactan sólo a los números y esto es verdad, como aforismo, para el caso de la educación nacional y estatal en sus diversos niveles. No hay duda de que la tasa de crecimiento de la población durante el todavía muy cercano siglo XX, pirámides poblacionales, cohortes específicas y variados indicadores socioeconómicos, muestran que los números de antes son las realidades de ahora, y esta relación proyección-realidad está separada por apenas 20 años. En efecto, las principales estimaciones demoeducativas que relacionaban el comportamiento poblacional en general con la demanda educativa en particular, fueron realizadas en 1980, y su exactitud para determinar que en el año 2000 viviríamos un descenso importante de la población en edad de escolaridad básica y que, por el contrario, la de edad en escolaridad media superior y superior crecería sustancialmente, era un indicador cuantitativo de los problemas de orden cualitativo que enfrentaríamos con el inicio del nuevo siglo. No obstante que en nuestro país la educación superior es considerada como el principal motor del desarrollo nacional y factor real de movilidad social, el descenso de la tasa de crecimiento poblacional no impedirá la fuerte demanda de servicios educativos en este nivel, como se observa en el espectacular crecimiento de la matrícula y del número de instituciones públicas y privadas de educación superior. Por eso, el desarrollo y tasa de crecimiento de la matrícula escolar universitaria ha sido vista como logro y como problema. Como logro, porque significa el éxito de la política educativa estatal, es decir, la “democratización” de la educación superior; como problema, porque la oferta educacional seguirá siendo deficitaria durante los próximos diez a quince años, si se mantienen las tendencias actuales. Por eso Martínez, Seco y Wriedt, estiman este escenario en 2025: “México, en el bloque regional de América del Norte, tiene 130 millones de habitantes, de la cual 80% en las zonas urbanas del país. Hay envejecimiento de la población, con un 35% menor de 20 años, un 25% entre 20 a 34 años, y el 40% es mayor de 35. Respecto de 1990, la población ha aumentado un 50%, la esperanza de vida es de 76 años y la mortalidad infantil es menor al 1%. En la educación, la población mayor de 10 años está totalmente alfabetizada, con una escolaridad promedio de noveno grado en un sistema de educación básica obligatoria de 12 años, pero con alto índice de deserción escolar. Hay obsolescencia de acervos bibliotecarios, rezago en desarrollo tecnológico, las becas de posgrado han disminuido en casi 80% respecto de 2010, y la innovación tecnológica se mantiene por debajo de los niveles de los países desarrollados”. Pues bien: sólo con acciones de coparticipación entre las universidades públicas y privadas se podrá lograr la instauración de alternativas académicas de exigencia para vincular la actividad técnica y profesional con los sectores primario, secundario y terciario de la economía nacional… Adelante con todo.

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