jueves, 12 de noviembre de 2015

Ética y Política


Cuando se reflexiona sobre los valores éticos y políticos, en estrecha relación con el tiempo histórico en el que se intenta su realización, Savater señala dos elementos que dificultan su comprensión: Uno, el excesivo utilitarismo y pragmatismo que casi siempre parecen dominar las actitudes humanas en contra de los principios básicos o fundamentales de los valores ciudadanos; y, dos, el abandono de los principios, las ideas y los ideales, en el curso de la vida conforme ganamos edad. La combinación de estas situaciones lleva a la conclusión de que sólo los más aprovechados o menos escrupulosos triunfarían, incluso mediante conductas viciadas o corruptas, y en esto no habría distinción entre políticos y no políticos, porque, como bien dice nuestro filósofo español, “en una democracia políticos somos todos…[dado que]…la política es una tarea no a tiempo completo, en buena medida a tiempo parcial, de todos los ciudadanos; por lo tanto, es inútil simplemente quejarse o maldecir a los políticos”. En efecto, además de las elecciones y los cargos públicos, la comunicación y debate entre los ciudadanos sobre cualquier cosa relativa a nuestra vida en común también es política: funcionamiento de mercados, vialidades, escuelas, servicios públicos en general; en fin, el conjunto de comentarios positivos o negativos que hacemos para hablar de las cosas “bien hechas” o “mal hechas”. Es claro que discutir sobre el bien y el mal corresponde a la ética, pero ésta por sí sola no remedia los problemas políticos, porque implica actitudes e intenciones de las personas frente a sus obligaciones individuales y sociales, de manera que no sea necesario que alguien nos obligue o vigile en cada momento, para poder distinguir entre lo bueno y lo malo y actuar en consecuencia. La ética y la política son una suerte de actitud-reflexión-acción sobre los valores ciudadanos. Por eso podemos decir que la moralidad es una responsabilidad que depende de la libertad de cada uno de nosotros para ser nuestros propios censores morales: si la política no está siempre a nuestro alcance, la ética entendida como moralidad siempre está en nuestras manos. Por eso son diferentes, como lo dice Savater: “la ética busca mejorar a las personas, la política busca mejorar a las instituciones”. Las personas que reflexionamos sobre la libertad o sobre otros valores que estimamos benéficos para la vida colectiva, podemos orientar la reflexión sobre los valores políticos mediante la participación ciudadana o la presión social sobre las instituciones políticas o los políticos, considerando tres valores fundamentales: la inviolabilidad de la persona humana, de su autonomía y de su dignidad, de manera que se deba excluir la conversión de las personas en instrumentos o herramientas; evitar el sacrificio individual, el de parte de la población por el bienestar de otra parte de ella, o el sacrificio de una generación por el bienestar de otra; y respetar a las personas por sus méritos y acciones, y no por su sexo, raza, religión u otros criterios discriminatorios. El Estado creado por la colectividad es el instrumento político para cuidar estos valores ciudadanos. Bien por Savater ¿O no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario