La construcción de conocimiento mediante paradigmas, sistemas, teorías y
modelos, en cualquier campo de las ciencias sociales, es siempre una operación
social lógicamente conectada a fines sociales: esto es lo que pensadores y
científicos llaman construcción social del conocimiento para mejorar la vida en
común, la vida pública. Y el método social más aceptado para encaminarnos en
este esfuerzo colectivo es el denominado enfoque democrático. Democracia es la
fórmula y alternativa sociopolítica desarrollada en la sociedad contemporánea –con
avances y retrocesos, admisiones e incomprensiones– que cuando se convierte en
praxis alcanza la denominación de “método democrático”. En efecto, aunque la
“democracia” pueda ser estudiada como un concepto complejo en sí mismo
considerado, bajo aristas jurídicas, histórico sociales o políticas, desde la
perspectiva global del conocimiento y desarrollo humano posee un sentido
instrumental, porque es una herramienta para la convivencia social. En nuestro
país, apenas a partir de la década de los años 90 del siglo pasado vimos por
fin actuar este método, para intentar pasar a un régimen democrático y
establecer elecciones libres; aunque imperfecto de inicio y emproblemado en
todo lo que va de este siglo; pero en la búsqueda de una mejor sistematización,
mayor inclusión y superior forma de resolución de conflictos que en el futuro
inmediato o mediato nos dé una “cura” que resuelva justamente los pasivos
–estos sí, históricos, sociales y jurídicos– que operan en su contra:
narcotráfico, delincuencia organizada, inseguridad; retrasos y negligencia en
salud, vivienda, educación y empleo; opacidad en la información y corrupción en
la actuación, y los demás que surgen de una vida colectiva que muchas veces se
crispa hasta la desesperación, porque se le pide y exige al método democrático alcanzar
el umbral de su propósito: oportunidades para todos. No basta que la historia
informe que en nuestro país las mujeres ya votan desde hace más de medio siglo
(parcialmente, desde 1947; y, en su generalidad, a partir de 1954); o que las
leyes digan que la educación tenderá a desarrollar armónicamente todas las
facultades del ser humano, o que la justicia deberá ser pronta, completa e
imparcial (artículos 3° y 17 de la constitución federal). A esto se refería O´Gorman
–citado en nuestra anterior entrega– cuando decía que “ojalá fuera tan fácil
como que una generación diga con la cabeza: seamos democráticos. La historia de
nuestras costumbres dirá otra cosa”. Bien parafraseado, podríamos decir que
ojalá todo fuera tan fácil como que la constitución diga seamos democráticos,
las inercias de nuestro pasado lastran el esfuerzo. Por eso el enfoque democrático
es un método social que nos involucra, exige y compromete a todos por igual; no
hay escapatoria: si queremos gobiernos responsables y empresas honestas,
también todos nosotros tenemos una responsabilidad en nuestra tarea. En la convivencia
humana no hay separación de sustancia en favor de unos o de otros. Formamos “sistema”:
cada injusticia, cada abuso, cada negligencia, cada irresponsabilidad afecta al
todo social; pero también cada acierto, cada compartimiento, cada intención y cada
acción personal, familiar o comunitaria, más que elevarnos, nos humaniza, porque
lo humanitario es nuestra esencia; por eso portamos el sustantivo de “humanos”.
No más, no menos.
Gracias por su comentario muy atinado, en este tiempo de maestría,
ResponderEliminar