Después del denominado periodo de intercampaña, es decir de “veda” electoral
de partidos y candidatos, que concluirá el 29 de marzo próximo y que impide la
realización de actos anticipados de campaña, se dará paso franco a la
propaganda de todos los institutos políticos contendientes y búsqueda de la
joya de oro de la corona: la Presidencia de la República. Como era de
esperarse, las diferencias porcentuales entre candidatos han disminuido, cuestión
que publicitan las firmas encuestadoras –porque esto no lo impidió ni el
Instituto Federal Electoral ni el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación- que dan a conocer sus cifras y sondeos, sin exhibir metodologías ni
encargos, y que han resultado una de las maneras de “darle vuelta” al
desafortunado acuerdo del IFE que aprobó la muy discutible “intercampaña” ¿o
qué las encuestas no forman opinión, inducción o expectativa? Baste recordar
que en los resultados de una supuesta encuesta “privada” se basó el Presidente
de la República para “aclarar” la “verdadera” situación de cada candidato, con
beneficios evidentes para la candidata de su partido y ante un público selecto
¡en tiempo de intercampaña! Como antes dijimos, cualquier examen que se haga al
acuerdo aprobado por la autoridad electoral, será de risa, porque las
deficiencias legales de las que parte, la falta de consenso o conocimiento entre
los propios consejeros electorales del IFE, las diferencias de criterio entre
las instituciones electorales federales –la administrativa y la judicial-,
hacían y hacen ver su dificultad para resolver las situaciones de hecho y de
derecho que se presentan, como la antes comentada. Lo cierto es que nuestro
panorama electoral se muestra difícil y tenso, porque resalta el dato de un
Presidente de la República que en todos los procesos electorales estatales o
federales ocurridos en su mandato, se ha transformado indefectible y
públicamente en el presidente de facto del partido político al cual pertenece,
y es vox populi que dará todo el apoyo del aparato del gobierno federal a su
candidata, para conservar el poder. Ya antes anotamos que nadie parece tener
duda de que el PAN no buscará su fortaleza en el propio PAN, sino en los programas
sociales y recursos económicos del gobierno de Calderón. Políticamente es
entendible que un gobernante esté con el candidato de su partido, y no con el
contrario; empero, lo que los tiempos actuales demandan es que esa proclividad
no se convierta en una lucha electoral desigual e inequitativa, por
intervención deliberada del Ejecutivo federal, afectando a los candidatos de
los demás partidos, sea quien sea. ¿O en qué muestras se fundan las
encuestadoras electorales? ¿1000 o 2000 personas cada vez? Frente a ellas,
están las estadísticas nacionales y regionales, verdaderos conjuntos censales y
no sólo “muestras representativas”, que nos hablan de un país con serios
pasivos sociales en materia de seguridad y asistencia social, desempleo e
informalidad económica crecientes, y marginación y pobreza, representadas en
las diversas mediciones y variables que involucran a millones de mexicanos y
amplias franjas sociales. Cada vez que los electores de un país votan, logran
estar a la altura de su obligación como ciudadanos; por añadidura estratégica,
la Nación necesita que el Presidente de la República sepa estar a la altura de
la dignidad de sus deberes sociales y constitucionales. Ojalá lo entienda.
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