miércoles, 23 de enero de 2013

IFAI: ¿Personas vs. Instituciones?


De Ranke y Carlyle, a Bloch y Braudel, la historia como disciplina que estudia el quehacer humano en el tiempo y las resultantes de su acción, ha recibido de estos notables historiadores ideas generales sobre cómo saber y qué opinión objetiva formarse de los acontecimientos de un momento determinado, atendiendo a diversos elementos: la época y lugar en que se dan ciertos sucesos; los documentos en que se asientan las narrativas y los datos relativos a esos hechos; el perfil biográfico de los actores que influyen en el sentido de los mismos; y las estructuras sociales y económicas que subyacen, dando “tono y color” –es decir, ambiente y contexto- a esos episodios humanos, cuyo carácter específico o cíclico se entrelaza con cadenas de tiempo de larga duración. Para Carlyle, por ejemplo, era fundamental conocer la biografía y carácter de los hombres de poder de cada época, porque al ser actores principales de los sucesos políticos, sus decisiones influían de manera determinante en el curso de las instituciones y los hechos históricos. En el otro extremo, Braudel propuso una visión integral, suficientemente despersonalizada, que permitiera enmarcar a los entes políticos como productos que flotan en la superficie, determinados por la profundidad de las aguas económico-sociales en que navegan, y que, por tanto, su comprensión requeriría del saber de otras disciplinas sociales y naturales. En buena parte, lo anterior se ha traducido en la idea de cómo analizar hechos individuales y colectivos en contextos institucionales: ¿examinamos personas o examinamos instituciones? La reyerta en el Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI), evidenciada en el enfrentamiento público y reclamo de y entre comisionados de esa institución del Estado, habría hecho sonreír a Carlyle y, tal vez, podría haber dicho que, descubiertos los sinsabores humanos de quienes forman el órgano de dirección de esa institución, su falta de unión pondrá en entredicho su capacidad objetiva para cumplir su cometido de proteger el derecho humano a la información. Si Gerardo Laveaga y Ángel Trinidad Zaldívar no fueran comisionados del IFAI, a nadie nos interesarían sus diferencias; pero como sí lo son, resulta preocupante la criticable conducta de ambos –que por lo menos exhibe inmadurez y falta de ubicuidad- y que desnuda el verdadero punto de debate interior: el ansia de las “personas” por gobernar las “instituciones”. Quizá Braudel, con la innegable profundidad de su perspectiva histórica, nos llevaría a examinar las condiciones sociopolíticas en las que fueron electos estos tristes comisionados, ubicando el proceso de creación y actuación del IFAI en el contexto de la ruptura y transformación de estos últimos doce años en nuestro país. En todo caso tendríamos que admitir que las instituciones, en particular las de carácter público, se forman por un entramado de relaciones humanas piramidales, que descansan en principios de orden expresados jurídicamente, entrelazados con el entorno social del que surgen, mediante el cumplimiento de funciones de interés público que vinculan a los ciudadanos con las instancias de gobierno en su conjunto. Humanos al fin, diría Carlyle; aunque sujetos a estructuras de dimensiones socioeconómicas y sociales que los desbordan, diría Braudel. Yo sólo diría que ojalá los “detalles” que le atribuyen a la comisionada Sigrid Arzt (conflicto de intereses), sólo sean eso y no verdades. Qué bonita familia…qué daño a la institución. ¿No?

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