miércoles, 22 de mayo de 2013

Partidos, Crisis y Elecciones


Como generalmente sucede, los años de elecciones federales o estatales producen diferencias interiores en los partidos políticos, o crisis mayores derivadas de aspiraciones intrapartidistas de grupos que buscan empoderarse de sus partidos, que se añaden a los, de suyo, complicados procesos internos de postulación de candidaturas. Así, con base en los sondeos o encuestas que miden la presencia partidaria entre el electorado, cada instituto político hace el cálculo de sus posibilidades de triunfo, traducido en curules y cargos edilicios –presidencias municipales, sindicaturas y regidurías-; pero estos procesos de orden local adquieren relevancia nacional cuando su número es nutrido, como en este año que tendremos 14 procesos electorales en otras tantas entidades federativas. Los resultados de las elecciones federales del 2012, cambiaron el mapa político nacional y produjeron los reacomodos conocidos en la nueva correlación de fuerzas, representada por el número de curules federales, que ahora dan el orden, de mayor a menor, siguiente: PRI, PRD, PAN y organizaciones restantes. El PRI aprovecha al máximo la unidad partidista, que es una de sus fortalezas indiscutibles, y la disciplina parlamentaria de sus diputados y senadores; en tanto que el PRD se ha repuesto de la escisión lopezobradorista y su dirigencia se ha mantenido estable, mas no monolítica, porque tiene la diversidad interna que se le conoce. Acaso el concepto de crisis se actualiza en el PAN, por la destitución del Senador Cordero como coordinador de su grupo parlamentario en el Senado de la República, que en unión de los demás senadores “calderonistas” se opuso a las decisiones de Gustavo Madero, relativas al Pacto por México, redireccionado por el presidente Peña para incluir previsiones de equidad en los beneficios de los programas sociales del Gobierno Federal. Apenas ayer, Madero dijo que la remoción fue “para garantizar la articulación de sus brazos políticos” (los del CEN del PAN), validando con ello las afirmaciones de los politólogos de que la fortaleza de un partido político se funda en la relación fiduciaria que guarda con sus parlamentarios, mediante orden, unidad y disciplina, para fijar posicionamientos ante el gobierno en el poder. El hilo se rompe por lo más delgado, sea por rebeldía, sea por ineptitud. En nuestra colaboración de 22 de agosto de 2012, apuntamos que, a unos días de la instalación de la nueva legislatura federal, la designación o elección de los coordinadores parlamentarios de los diversos partidos con representación en las asambleas políticas nacionales, pareció sujetarse al camino de la eficacia política y el currículum legislativo; pero a su vez, dijimos que, en el Senado, Ernesto Javier Cordero Arroyo lo sería porque “todavía le alcanzó el ‘dedo mágico’ del Presidente Calderón para llegar a la coordinación parlamentaria del PAN, sin ningún antecedente legislativo ni de elección popular, a no ser la caricatura de precandidatura presidencial que protagonizó de forma patética e incolora en su partido, adjetivos estos últimos que parecen pintar su personalidad y la debilidad del liderazgo artificial que le tocará desempeñar, quién sabe por cuánto tiempo”. Y justamente el tiempo alcanzó al Sr. Cordero, enfrentado al presidente de su partido, actualizando, al parecer, el viejo refrán popular: “Lo que natura no da, Salamanca no empresta”. ¿Hay o no hay? 

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