Si atendemos a las enseñanzas de Don
Ernesto Flores Zavala y otros especialistas en el campo de las Finanzas
Públicas, la reciente Reforma Financiera presentada al Congreso de la Unión
tendría un nombre inexacto, porque la materia a reformar no involucra a todo el
conjunto constituido por ingresos, egresos y deuda pública, sino a una sola de
sus aristas, la Bancaria o Crediticia, que por supuesto resulta de indudable
importancia para el desarrollo nacional. Por “financiero-a” se entiende todo lo
concerniente a la hacienda pública y por “finanzas” la propia hacienda pública,
erario o tesoro público, en cuyo campo suceden o tienen lugar los asuntos bancarios
y el crédito. Pero ser inexacto no supone estar errado, aunque sí –al menos en
este caso- llamar al todo por una de sus partes, porque el contenido a reformar
no refiere a todas las categorías y formas de las transacciones monetarias susceptibles
de atesoramiento o intercambio, originadas en la potestad tributaria del
Estado, y cuya recanalización hacía la sociedad, por la vía del gasto público (bienes,
servicios e inversión pública productiva), conforma la participación estatal en
el direccionamiento equilibrado de los recursos provenientes de la sociedad contribuyente.
Como ya se ha anunciado públicamente, en este punto estaremos a la espera de la
reforma tributaria encaminada a obtener finanzas públicas sanas, como deber centrado
en una recaudación fiscal de base amplia, bajo criterios de proporcionalidad y
equidad, a la vez que de contabilidad gubernamental eficiente y, por supuesto,
de obra pública y de servicios a la población. Digamos, por de pronto, que la
reforma financiera será la suma de la reforma tributaria futura y de la reforma
bancario o crediticia presentada, y examinemos los beneficios que promete ésta
última. Elaborada al amparo del Pacto por México, tiene como propósito el
impulsar la banca de desarrollo para “socializar” el crédito, disminuir las
tasas de interés y crear programas y productos financieros para el desarrollo
de áreas prioritarias; a la vez del fortalecimiento de CONDUSEF (Comisión
Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros),
para que sus resoluciones sean obligatorias para las instituciones de crédito. En
la lógica de expandir la oferta de crédito, se prevé que la Comisión Federal de
Competencia haga un diagnóstico sobre las condiciones en que funciona la
competitividad del sistema financiero y la creación del Buró de Entidades
Financieras, para que se conozca información relevante de las instituciones
financieras. Pero no se trata de una sola ley, sino de modificaciones a 34
leyes que suponen la expedición de 13 decretos, reconociendo que el sistema financiero
mexicano no ha dado crédito accesible y oportuno en pro de actividades
productivas que, a su vez, generen empleo e ingreso; y que, más bien, la banca
ha impulsado el crédito de consumo con altas tasas de interés, creando deudas
gravosas y falta de garantías para los usuarios frente a las instituciones de
crédito. Estamos frente a la reforma bancaria o crediticia y a la espera de la
tributaria, cuya suma dé una verdadera reforma financiera, mediante el consenso
de los partidos políticos nacionales, de lo que esperaríamos ver que el crédito
se abarate y socialice, capitalice a la sociedad, y transparente el nexo entre
inversionistas, deudores y banqueros. ¿Ahora sí es la buena?
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