Se ha dicho que los números impactan sólo a los
números y esto es verdad, como aforismo, para el caso de la educación nacional
y estatal en sus diversos niveles. Las cifras son referentes cuantitativos que
requieren de interpretación o explicación causal, perono hay duda de que la
tasa de crecimiento de la población durante el apenas terminado siglo XX,
pirámides poblacionales, cohortes específicas y variados indicadores
socioeconómicos nos demuestran que las proyecciones demográficas nos
alcanzaron: los números de antes son las realidades de ahora.Y esta relación
proyección-realidad estuvo separada por un lapso de 20 años. Las principales
estimaciones demoeducativas que relacionaban el comportamiento poblacional en
general con la demanda educativa en particular, fueron realizadas en 1980. Su
exactitud para determinar que en el año 2000 viviríamos un descenso importante
de la población en edad de escolaridad básica y que, por el contrario, la de
edad en escolaridad media superior y superior crecería sustancialmente, era un
indicador cuantitativo de los problemas de orden cualitativo que enfrentaríamos
con el inicio del nuevo siglo. Por ejemplo, desde 2001, como resultado de un
ejercicio de proyección hacia el 2025, con una población estimada de 130
millones de mexicanos, Martínez, Seco y Wriedt -en “Futuros de la Universidad”-
han hecho uno de los escenarios menos halagüeños; aunque, por supuesto, como
tal, el escenario hipotetizado es susceptible de modificaciones según la
moderación o exaltación de variables, como, por ejemplo, la repercusión de la
organización económica mundial sobre el modelo económico adoptado, o los niveles
de bienestar y grados de desigualdad de la población. Sin embargo, conforme a estos
autores, la desigualdad relativa al conocimiento y las nuevas tecnologías tiene
una previsión clara: “El poder de las
naciones se fundamenta cada vez más en la posesión del conocimiento; la
tecnología es ya uno de los medios principales para garantizar la preservación
de los recursos naturales y del medio ambiente, así como factor de mejoramiento
de la calidad de vida. El desarrollo de México, por lo tanto, dependerá de su
nivel de avance ya sea para producir innovaciones tecnológicas, para asimilar
tecnologías importadas o para convertirse en un mero usuario de tecnología
extranjera”. A querer o no, tanto en el contexto nacional como en el local,
es indudable que resulta clave el estudio longitudinal y transversal de la
cantidad y calidad de los servicios educativos en el nivel superior, pues el
conocimiento de las series históricas y actualidad de la matrícula permite la
obtención de índices de cobertura educativa, sobre todo del grupo de población
de 18 a 25 años de edad, así como el análisis de la eficiencia terminal del
subsistema basado en la relación ingreso-egreso, capacidad de retención escolar
y, por supuesto, la previsión de situaciones futuras de demanda de servicios
educativos, tanto en el mediato como en el largo plazo. Objetivamente, donde
sea, la educación superior es considerada como motor real de desarrollo
nacional y genuino factor de movilidad social, y el descenso de la tasa de crecimiento
poblacional no impedirá la fuerte demanda de servicios educativos en este nivel,
como se observa en el espectacular crecimiento de la matrícula y del número de
instituciones públicas y privadas de educación superior. ¿Vital o no?
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