Bajo el concepto Educación hemos agrupado,
históricamente, el conjunto de acciones por el que una persona, una familia, un
grupo o una comunidad, transmite a sus congéneres o las generaciones que le
suceden, una gama de habilidades, destrezas, técnicas, métodos y conocimientos.
Multitud de autores introducen interpretaciones y matices, detalles o
diferencias, para adoptar posturas sobre cómo se ha realizado y puede realizar
el proceso educativo; pero habitualmente existe unanimidad en que la herencia
cultural de una generación a otra se da por vías informales, no formales y
formales. El desarrollo del Estado Nacional, el crecimiento demográfico mundial
y las nociones de igualdad, equidad y libertad de que se nutre la defensa de
los derechos humanos y la opción por la democracia, han traído consigo, desde
el primer tercio del siglo XIX y por supuesto en el siglo XX, asumir el
concepto Educación como un derecho humano, constitucionalmente universal, y como
una política pública fundamental de todo Estado, que se ha patentizado en los
últimos dos siglos en la creación de sistemas educativos nacionales, con un
impensado y descomunal crecimiento de instalaciones, niveles y modalidades
educativas, que se refleja en la amplia matrícula escolar de prácticamente
cualquier país, porque hasta ahora la demanda siempre ha superado a la oferta
educativa de maestros y aulas.
Sin desconocer los estudios clásicos de la
Ilustración, particularmente de los enciclopedistas franceses, lo cierto es que
fue el siglo XX el que vio desarrollar un nutrido y variado cúmulo de estudios metódicos
y sistemáticos, para acercarse al fenómeno educativo desde perspectivas
diversas: psicológica, pedagógica, sociológica, administrativa, jurídica y
política. Actualmente, desde su teoría y praxis, ha quedado demostrado que la Educación
es uno de los principales factores de movilidad social, así entendida como
ascenso cultural, o también como mejora en las oportunidades de vinculación al
trabajo y en las condiciones de vida. Las dos guerras mundiales del siglo XX,
el avance de la ciencia y la tecnología, y el capitalismo globalizado y
transnacional vigentes, han incidido en una de las consideraciones vertebrales
de todo proceso educativo: el diseño del curriculum, es decir, qué enseñar,
cómo enseñar y a quiénes enseñar. Contenidos y métodos educativos se postulan
como las herramientas básicas de planificación de la enseñanza y el aprendizaje
de una población educativa que admite caracterizaciones por edad, sexo, región,
niveles y modalidades escolares. Por eso, ante los brutales estragos de las
dependencias y adicciones, del narcotráfico y fenómenos de delincuencia
organizada, para cuyo combate no se ha logrado construir ninguna política
pública o privada de resultados inmediatos, se han vuelto los ojos hacia la
Educación como una inversión humana de mayor calado y efectos reales. La idea
de que ésta es la mejor vacuna social no es nueva, sino muy antigua. La civilización
la tiene notablemente documentada en la larga data, y sumamente probada en los
tiempos recientes y actuales. Y señalan los estudiosos que ello atraviesa por
el vector fundamental del diseño del Curriculum, dado que a los contenidos y
métodos, necesitamos incorporar actitudes y valores humanos y sociales. Sí se
puede y está en nuestras manos. ¿Queremos?
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