Desde mediados de los años 80´s
del siglo XX, era una verdad mundialmente dominante que muchas de las
características que matizan a la prensa, cine, radio y televisión, fueron
impulsadas en sus inicios y desarrollo posterior en EUA, a lo que habría que
agregar hoy día la internet con su enorme y probado potencial de difusión
supercolectiva de contenidos de calibre casi infinito, que rebasan
olímpicamente cualquier frontera administrativa de alcance nacional,
supranacional o supracontinental. Aunque no sea en ese país donde el desarrollo
de los medios de difusión colectiva se dio en exclusividad, sí constituye el
más amplio laboratorio para reconstatar lo que a decir de Czitrom ocurrió en
los inicios: el telégrafo separó a la comunicación (de pensamiento y de
información) de la transportación (de gente, de materiales). El asombro
provocado por las primeras transmisiones telegráficas prometía la realización
de un sueño largamente evocado: la comunicación universal e instantánea; el
mismo sueño - hecho realidad- que hoy nos da la internet, desde el conocimiento
cotidiano de una receta de cocina hasta la gravedad social de una epidemia/pandemia
mundial de ébola. Sería McLuhan quien evidenciaría dos características de los
medios de difusión colectiva: una, que cualquiera de ellos representan,
socialmente, extensiones de los sentidos humanos del habla, de la vista y del
propio pensamiento; y, dos, que su presencia y accionar han convertido al mundo
en una aldea global. De ahí la noción de comunicación global para aludir a las
posibilidades de los “mass media”, para emplear el concepto más difundido para referirse
a ellos, en inglés. Además, la relación simbiótica de la telefonía celular y la
internet ha relanzado a la primera como una tecnología comunicativa de primer
orden, por su accesibilidad popular, pulverizando, al menos desde la óptica de
la función que permite desplegar, las “diferencias de clase” (¿qué diría
Marx?). Hemos pasado del campo eléctrico al campo electrónico de la
comunicación. Antes de la internet se discutía si los “medios” debían ser
llamados de “difusión” o de “comunicación”, en evidente invocación de las ideas
originales de Saussure que, en su famoso Curso de Lingüística General, separaba
ambos conceptos conforme la información que se transmitía de emisor a receptor
era de carácter unidireccional (difusión), o de naturaleza bidireccional
(comunicación) porque en este caso el receptor tiene la posibilidad y el canal
para descifrar el mensaje del emisor, cifrar uno propio y devolverlo a manera
de contestación o de retroalimentación. Hoy es inconcuso que, tratándose de la
internet, habría que aplicar el calificativo de “medio de comunicación social”,
por las posibilidades reales de suscitar la bidireccionalidad de los mensajes
entre emisores y receptores, en los que caben contenidos educativos,
culturales, recreativos, políticos, regionales, domésticos, nacionales o
internacionales, que han “achicado” notablemente el mundo poniéndolo,
literalmente, en la ventana de nuestro ordenador o computadora, a toda hora y
sin tener que levantarnos de nuestra silla, escritorio o cama. Hay para todo y
para todos, provocando nuestra capacidad de asombro a partir de contenidos
provenientes de la realidad y ya no sólo de la ficción. ¿A dónde llegarán estas
capacidades casi infinitas de comunicación?
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