jueves, 30 de octubre de 2014

El político, el filósofo y el científico


El papel que filósofos y políticos juegan en las sociedades es un tema antiguo y actual, que se reedita periódicamente, en tanto que su comparativa con el científico es mucho más reciente. Clásica es la parábola en la que Platón describía cómo los habitantes de una caverna, encadenados de piernas y cuellos, sólo podían ver la pared en la que se proyectaban las sombras de cosas que estaban iluminadas, a espaldas de ellos, por una luz artificial. El filósofo que, no contento con lo que todas las personas dicen de las cosas que sólo conocen por sus sombras, se libera de los grilletes que lo tienen encadenado, se vuelve para mirar los verdaderos objetos y superar la simple opinión que de ellos se tiene sólo por las imágenes sombreadas en el fondo de la caverna, para conocer las causas de las cosas tal y como verdaderamente son, y de dónde proviene el fuego que produce la luz que las ilumina. Así, finalmente, se logra salir al exterior de la caverna en donde está la luz del lugar en que no existe tiempo ni espacio y que es donde habitan las esencias y las ideas eternas de las cosas. El filósofo regresa a la cueva de la que proviene, pero después de haber contemplado la verdad de las cosas ya no siente a la caverna como su casa, porque sus ojos ya se acostumbraron a la luz de las ideas y ya no puede encontrar su camino en la oscuridad de aquélla, perdiendo su sentido de orientación y su sentido común. Y al intentar contar a los demás habitantes de la caverna lo que ha visto fuera de ella, lo que dice no tiene sentido para ellos y, antes bien, lo que habla se vuelve peligroso porque contradice el sentido común de todos aquellos que no han visto la luz de las ideas. Se parece a aquel dicho más popular de que en el país de los ciegos el tuerto es rey; sin embargo, conformes al pensamiento de Platón, en el país de los ciegos el tuerto está loco porque dice ver lo que nadie puede ver.

Platón daba al filósofo la tarea de conocer verdades y valores; y al político, la de acercar los asuntos humanos al conocimiento de esas verdades y valores para dar rumbo interior y exterior a la vida colectiva; por eso, para los antiguos el filósofo y el político estaban relacionados por el discurso de uno y la acción del otro, y esto es lo que los hacía “virtuosos”, porque para los helenos la “virtud” era el uso de la razón para conducir la vida de la pluralidad. Es Weber uno de los autores más conocidos que reflexionó sobre la relación entre el político y el científico, a manera de contraposición entre la conducta del hombre de acción y el quehacer del investigador –que comparte con el filósofo la búsqueda de las causas ciertas de las cosas–, pero que puede ser entendida también como una comunicación dialéctica entre el conocimiento (el del científico) y la acción (la del político), porque el saber permite una conducta racional que incrementa la posibilidad de que el político logre las metas de gobierno que busca, relacionadas directamente con los valores que la sociedad aprecia. Por eso, la alegoría de la caverna de Platón, dice por su parte Arendt, “está diseñada no tanto para describir el aspecto de la filosofía desde el punto de vista de la política como para describir el aspecto de la política, del terreno de los asuntos humanos, desde el punto de vista de la filosofía”. En su consejo número XL, Azorín escribió: “Esté, pues, atento el político a lo que dice y a cómo lo dice… Y en esto precisamente consiste el arte”. Bien ¿O no?

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