A Reyes Heroles –el original– debemos
el más sólido estudio del liberalismo mexicano que, con mucho, sigue siendo el mejor
examen de un ideario que reconoce sus antecedentes en la filosofía política del
siglo XVII inglés, y en el enciclopedismo y el constitucionalismo francés y
americano del siglo XVIII, y que se acriolló entre nosotros desde las luchas
preparatorias de independencia, para gestar una forma política que identificó “la
idea de nacionalidad con la idea liberal”, constituyéndose como la base de las
instituciones mexicanas del siglo XX. Empero, en el liberalismo mexicano las
libertades políticas se diferenciaron del liberalismo económico: libertad de
cultos, libertad de opiniones, libertad de conciencia, libertad personal,
libertades civiles, división de poderes y representación política, para lograr
que “el poder detenga al poder y evite la arbitrariedad”. Don Jesús acude a la
expresión de Juárez para condensar lo anterior en una sola frase: la
secularización de la sociedad; y abreva en Rabasa para insistir en que,
históricamente, “la idea liberal se fundió con la idea de la patria”. El
liberalismo mexicano se advierte, así, como una construcción teórico-práctica
para la comprensión, en términos metodológicos, de la República, la Reforma, la
Revolución y, por supuesto, el Cambio y la Alternancia. Todas en un lapso de
poco más de doscientos años, que atraviesan por un constitucionalismo
fundamentalmente liberal, desde la Constitución de Apatzingán, a la de 1824,
1857, 1917, y la abundante reformabilidad de ésta última hasta nuestros días.
Nuestra actual carta constitucional refleja la distinción de los dos grandes
temas del liberalismo mexicano: por una parte, el liberalismo económico social;
y, por otra, el liberalismo político jurídico. Si en el primero caben la
propiedad y el librecambio, el segundo tiene como aspectos principales las
libertades civiles y políticas, la democracia representativa, la teoría de la
división de poderes, la distinción entre el poder político y la sociedad, la
supremacía estatal y el federalismo. En efecto, las ideas liberales nos llegaron
de Europa y del Norte de América, pero recibidas en tierras mexicanas se
canalizaron a los congresos mexicanos, en cuyas labores legislativas se dio la
elaboración liberal y la recepción de esa corriente de pensamiento frente a los
problemas nacionales. Por eso Reyes Heroles distingue dos grandes periodos en
el siglo XIX: uno de 1808 a 1824, en que se da la recepción de las ideas y la
configuración del liberalismo mexicano; y otro, de 1824 a 1861-1873, coronado
con la guerra de Reforma y la Intervención Francesa, así como las
modificaciones del ´73. Después del siglo XX, desde la Revolución de 1917 y la
profunda reforma política ocurrida durante la última década de ese siglo, hasta
los catorce años que han transcurrido en el siglo XXI mexicano, con las recientísimas
reformas estructurales que se han constitucionalizado, nuevamente pueden verse,
con toda claridad, las líneas del liberalismo político y del liberalismo
económico que siguen dando forma a la noción de un liberalismo mexicano de
larga data, que se transforma para resolver sus propias contradicciones y
refundar sus alternativas. Alguien dijo que en México no hay izquierda ni
derecha, sino liberales. Quizá no es exacto, pero tal vez siga siendo muy
aproximado. ¿Qué diría don Jesús?
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