jueves, 9 de julio de 2015

Grecia 2015


En Grecia inició la civilización occidental. Entre los siglos VII y V a. C., en una zona que abarcaba la península balcánica de la actual Grecia, el sur de Italia y Sicilia (Magna Grecia), y la costa occidental de Asia menor (Jonia), tuvo lugar el deslumbrante desarrollo de la ciudad-estado (más de 300 polis), de la democracia, la navegación comercial, la religión politeísta fundada en formas y prácticas humanas, el mito-historia de Argos y Troya, las constituciones de Solón y Clístenes, las juntas y las asambleas políticas, la sistematización de la lengua griega y la generalización del alfabeto fenicio que de forma estilizada hoy usamos todos, la filosofía presocrática y la de Sócrates, Platón y Aristóteles, la épica de Homero, las guerras médicas de Maratón y Salamina, la historia de los libros de Heródoto y Tucídides, las primeras ligas o formas de confederación como forma de asociación política, la arquitectura monumental y la escultura de arte, el teatro, la tragedia y la comedia, la potente falange militar hoplita, las embarcaciones trirremes de guerra, la Acrópolis y el Partenón atenienses y, destacadamente, la virtud entendida como pensamiento racional y conducta apegada a un modelo basado en un concepto ético sobre la Justicia y el Bien.
Meritoriamente, o mejor dicho: históricamente, Grecia es la cuna de la civilización occidental. En este muy antiguo pasado radica el contraste con su situación actual. Su incapacidad de pago, deuda externa e interna y crisis política, ha puesto en fuerte predicamento a la comunidad europea y a las bolsas de todo el mundo, haciendo sonar diversas alarmas de economía internacional, dada la negativa de sus gobernantes y ahora de sus ciudadanos en vía de referéndum, de someterse a las exigencias de disciplina y austeridad en el ejercicio del gasto y en el manejo de la cuenta pública, conforme al programa que los principales países europeos involucrados –Alemania, sobre todo– le solicitaron aplicar.
En lo general, podría decirse que es un problema de globalización; en específico, lo que podría señalarse es que uno de los efectos más conocidos de las políticas neoliberales aplicadas en países que no tienen el mismo desarrollo económico, es el de que aquel país que se encuentre en situación de mayor desigualdad o desequilibrio estructural, no resuelve su diferencial negativo y, antes bien, le produce problemas internos de capacidad de pago, desempleo y descapitalización. Apenas ayer declaró el presidente griego que su gobierno diseñaría un plan de ajuste para salir adelante del “bache”.
Asunto farragoso y difícil que siempre pone a pensar a todos aquellos países que se encuentran en situación similar de desfase económico ante sus socios comerciales, que generalmente, dada su industrialización y potencial económico, resultan los más beneficiados. Aquí vale ese aforismo de que “dinero llama a dinero”. Entendido en sentido contrario: “la ausencia de dinero se traduce en mayor falta de dinero”. No hay duda que el “caso griego” se va a resolver; lo que no sabemos es a qué costo. Y cuando se habla de costos debe entenderse siempre que se trata de costos sociales, es decir, que impactan directamente en los niveles de vida de la población. ¿O sucede de otra manera?

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