jueves, 3 de septiembre de 2015

¿Parlamento o Congreso?


La existencia de asambleas en las que se discutía sobre asuntos de interés común puede documentarse desde la antigüedad. La polis practicó esta forma de reunión pública y célebre es el enjuiciamiento de Sócrates por una asamblea de ciudadanos atenienses que tenía, entre otras facultades, el poder de decidir sobre la vida o muerte de un congénere. En la civitas tuvo una notable institucionalización, al grado de que uno de los resultados en que se observa el paso de la república al imperio se relaciona directamente con la decadencia de la asamblea senatorial romana y el ascenso de gobernantes omnímodos. Desde entonces, las asambleas y los gobernantes absolutos son personajes políticos que se repelen con mutua dureza y beligerancia. La noción Parlamento se acuñó en el siglo XIII, pero su naturaleza cambió a partir de la revolución inglesa de 1688, cuando el viejo Parlamento asumió un moderno plusvalor político con el ascenso de las asambleas legislativas al plano de la apropiación colegiada del poder público, reconfigurando su antigua función de consejería en un nuevo espacio político, en el que irrumpió exigiendo representatividad expresada en el traslado del debate de la cosa pública al seno del Parlamento o “lugar donde se discute”. Así, se constituyó en el recinto de la soberanía y, a finales del siglo XVIII, pero sobre todo en el XIX, el edificio parlamentario cobró una presencia urbana significativa en las ciudades capitales occidentales: primero en Inglaterra, cien años después en Francia y, diez años antes que en ésta, del otro lado del océano adoptó el nombre de Congreso al establecerse la confederación pactada por las trece colonias americanas. En este continente, bajo formas unicamerales o bicamerales, las maneras congresionales llegaron para quedarse sin mayor problema en los Estados Unidos de América; y en la América hispanizada, a consecuencia de los procesos independentistas, en calidad de laboratorios ideológicos que ensayaron formas de estado y de gobierno, pagando el precio de sus prácticas constitucionales con la moneda parlamentaria más cara: la disolución de Congresos. Parlamentos y Congresos forman parte del equipamiento cultural urbano. Nuestro país encuadra en esta situación. En periodos que van de unos días a decenas de años, el Congreso mexicano ocupó edificios viejos y nuevos, casas de adobe, parroquias, iglesias y teatros. De las calles de Rayón y Victoria en la ciudad de Zitácuaro, al Palacio Legislativo de San Lázaro, 25 son los inmuebles que fueron utilizados o construidos como sedes formales (16 durante la independencia y 9 a partir de 1822). Actualmente, a los sujetos estatales que tienen a su cargo la función de producir legislación, se les denomina: “Parlamento” en el régimen de gobierno parlamentario, y “Congreso” en el presidencial, aunque por funcionalidad, organización y relaciones con los demás poderes del Estado, se acepta el término “Parlamento” como expresión genérica que alude a las Asambleas políticas en que reside el Poder Legislativo. Saludos a la nueva Legislatura Federal, para que esté a la altura de las necesidades de la Nación.

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