De la primera y segunda ediciones en español de “El Análisis Demográfico” de Roland
Pressat correspondientes a los años de 1967 y 1983, respectivamente, a la
tercera edición del 2000, la advertencia que Alfred Sauvy expresara en el
Prefacio de la primera publicación ha desaparecido. Señalaba él, en los años
sesenta, la “trayectoria desigual y
difícil” que había tenido el análisis demográfico, desatendido de origen
tanto por los poderes y opinión públicos como por las universidades. De
entonces a la fecha, la situación ha cambiado diametralmente y a ello se debe,
sin duda, que la preocupación inicial contenida en el prefacio ya no se anote
en las últimas ediciones publicadas en francés y en español. En efecto, lejos
nos encontramos ya de los supuestos considerativos del siglo XIX y principios
del XX, cuyas conclusiones sobre el comportamiento poblacional dejaban sentir
la idea sola de automatismos naturales perennes.
En el curso de los últimos cincuenta años, la
acelerada sistematización de la demografía y la notable expansión de los
estudios demográficos en el conjunto del conocimiento científico, ha dado lugar
a una enorme producción de datos sobre la población mundial, con numerosísimos
desagregados en los niveles continental, subcontinental o regional. De las
macro a las meso y microinvestigaciones, la variable demográfica ha pasado a
constituir un elemento “duro” al que
a menudo se recurre para contextualizar los más diversos protocolos en ciencias
sociales -e, incluso, en aquellas denominadas naturales, como la biología y la
zoología cuando se examinan poblaciones celulares o animales. Recíprocamente,
conocer la demografía específica de un agregado humano obliga al investigador a
asociar variables socioeconómicas, etnohistóricas o geográficas, sólo por
mencionar algunas de las más frecuentes. Como
en todo acercamiento a fenómenos sociales, la demografía admite el nivel
analítico de lo estático, en la medida de los perfiles y tendencias
demográficas observadas en un momento determinado. Empero, por referirse al
ámbito colectivo, la comprensión dinámica de las conductas agregadas necesita
del análisis de los procesos poblacionales en duraciones largas, susceptibles
por supuesto de cortes y subdivisiones interiores. Así pues, el fenómeno
demográfico es un entramado de permanencias y transformaciones y, al igual que
en toda perspectiva global o desde arriba, la adjetivación que resulta de la
variedad de enfoques disciplinarios incide en el entendimiento de estados y
movimientos concebidos estructuralmente, con deliberada independencia del
circuito individual. Claro que la demografía
no niega la vitalidad de la esfera de lo individual; por el contrario, reconoce
esta dimensión como fuente original de los hechos que adquieren magnitud
social, factibles de explicación teóricamente posible e instrumentalmente
mensurable. Así, que una pareja no practique formas de control natal no resulta
demográficamente importante en sí mismo, pero que esto constituya la práctica
de un elevado número de parejas en edad fértil –sea por convicción, por
persuasión o por inercia cultural- tiene un impacto directo sobre el
crecimiento de cualquier conglomerado humano. Seguiremos.
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